Ya ni recuerdo como, ni cuando, ni porque. Lo cierto es que desde pequeño
las palabras me resultaron un tanto misteriosas. Fui, y aun sigo siéndolo, una
criatura silenciosa. Un gato de palabras contadas y gestos disimulados.
Prefiero escuchar a decir, y aquellos que me conocen lo saben. Conocen mis
silencios, mis cavilaciones en cuanto a las relaciones sociales, y
especialmente esa clase de “déficit de atención” que poseo en los momentos
fútiles, esos que tanto abundan.
Pero, ¿a que viene este asunto de las palabras? Simple, de todas las
palabras hay dos que desde pequeño siempre me llamaron demasiado la atención. Palabras
cuadradas intentando encajar mundo de círculos.
La primera es casi jerga y no tiene mayor importancia. Viene de herencia
genética laboral y realmente no tiene sentido decirla. Me da tanta vergüenza
como apatía.
La segunda es “DURMIENTES”, y aunque no tiene nada de particular, esa vez
que mi “Zeide” me la nombró por primera me quedo rebotando en el eco vacío de
mi cabeza mientras yo, como un idiota extasiado y él con la paciencia que solo
posee un abuelo mirábamos pasar los trenes.
Al principio confieso, ni idea a lo que se refería.
Yo, el rubiecito de flequillo indomable miraba a través de las
ventanas en los vagones e intentaba
ubicar a aquellos que dormían dentro. Y aunque desde ese menos de un metro no
llegaba a verlos con claridad ya creía haberlo captado. Pero no, solo cuando la
barrera se levantó, y “Baruch” me acercó a una de las maderas que rechinaban en
las vías entendí a que se refería. Aunque en ese momento no deducía la razón.
Esos trozos nobles que aguantan el paso del tren y amortiguan su paso, se
llaman también durmientes. Entiéndanme, yo era un chiquilín indómito y un tanto
lento así que guardé la palabra sin entenderla y me la llevé a mi mundo de
silencios.
Pero esta volvió hace poco de la mano de otro chiquilín rubio de flequillo
indomable y tan indómito como su padre. Una tarde de sábado mientras repetíamos el ritual olvidado de ver
pasar los trenes.
- ¿Ves Thiago?, esa maderas que se mueven cuando pasa el tren se llaman
durmientes- y me miró tan azul, como yo había mirado al de la boina que me
acompañaba.
- ¿Por qué se llaman así?- preguntó con la inocencia del que no sabe
mentir, ni guardar.
Y como soy de pocas palabras, pero tengo cierta imaginación inútil le
inventé un cuento.
-Hace muchos, mucho años a un rey se le ocurrió inventar el tren (debí ser
abreviado en extremo ya que su concentración en mis historia languidece rápido
y porque también, lo reconozco, soy ciertamente aburrido para contarlas). Ese,
al que se le ocurrió inventar el tren tenía la idea pero no sabía bien como
llevarla a cabo. Tenía las locomotoras, las vías, las barreras y todo lo demás.
Pero no se le ocurría como montarlas en la tierra movediza. Entonces…entonces
como pasa siempre que no se ocurre nada se buscan otras soluciones, y pensó en
un mago. Si, en un mago. Pero, ¿sabes? tuvo un problema muy grande, en todo su enorme reino no había ni
uno solo. Y para peor, nadie conocía a ninguno. Tene en cuenta que había echado
a los magos hace rato porque decían que eran unos mentirosos y que la gente ya no
les creía.
Ese rey buscó y buscó, pero nada. Nadie conocía a ningún mago. Nada `por
aquí, nada por allá. Ni uno.
Pusieron avisos en los diarios, en la radio, en la calle, pero nada.
No Thiago, no se les ocurrió un aviso en Internet, en esa época no existía.
En serio, no me mires así, en esa época no existía. Y cuando yo era chico,
tampoco. De verdad, aunque no me creas.
Pero dejame seguir porque ya te estás distrayendo.
La idea de un tren ya estaba por ser olvidada, no había manera de poner los
rieles en la tierra si que estos se moviera y se desarmaran todos. Pero el rey
era muy terco.
Sin ideas, ni ayuda ni magos, se puso triste. Tanto que ni quiso salir de
su palacio por meses. Estaba triste, desaliñado y sin ganas. Entonces… cuando
parecía estar todo perdido apareció el último mago de todos. Uno que vivía muy,
pero muy lejos. Tan lejos que tardó
varios años en llegar.
Te la hago corta, ya estas aburrido. Ese mago le prometió al rey una
solución mágica.
- Y claro pá, como no iba a ser mágica sí era un mago- infirió el pequeño a
estás alturas mas apurado por ir a comprar papas fritas que por escuchar el fin
del cuento.
-Bueno, la solución mágica fue la siguiente, escucha: pusieron las vías
sobre la tierra y cada un par de metros pondrían una personas uniéndolas. Y con
eso evitando que se muevan. Entonces cuando el tren iba a pasar sobe cada uno,
el mago los iba a hacer muy fuertes. Tanto que el tren los iba a poder pasar
por arriba y ellos ni se iban a dar cuenta. Así de fuertes los iba hacer.
Y aunque se necesitasen miles, millones de personas acostadas entre las
vías soportando el paso de la locomotora y sus vagones, la idea le pareció
genial al rey. Y pusieron manos a la obra.
Buscaron a los que sobraban. Los que no tenían trabajo, a los que vagaban por las calles, a
los que nadie reclamaba, a los que no tenían hogar, a todos aquellos que no
tenían donde ir; y a ellos los usaron para trabajar en el tren del rey. A todos los que no encajaban en el mundo feliz los pusieron a
hacer algo cómodo para todos los ciudadanos útiles del reinado
Pero como sabes “Pucho”, los magos siempre son un poco tramposos y este en especial estaba embroncado con el rey por haberlo echado hace años así que hizo un pequeño
truco.
Durmió muy profundo a todas las personas que estaban acostadas esperando
que pase el tren. A todos y a cada uno. Tan profundo que ni ellos ni los que
paseaban en el tren se daban cuenta que eran personas. Tanto que de tan
dormidos parecían ser de madera. Y el tren se construyó, y las vías se `pusieron sobre los durmientes y todos se
olvidaron de que eran personas. ¿Sabes?, ni los veían. Tanto se olvidaron ellos
que se fueron haciendo de madera (otra cosa mágica). Eran solo durmientes de
madera bajo los trenes. Y así se quedaron. Durmiendo bajo las vías para
siempre. Y por eso, justo por eso se llaman durmientes.
Mi rubio sonrió sin creerme una palabra, me pidió plata y corriendo solito
fue a comprarse su botella de bebida y sus ansiadas papas fritas.
Yo me quedé un rato ahí. Como hace años. Mirándolos crujir casi hasta astillarse bajo los trenes
mientras el mundo pasa ciego sobre ellos, a su lado.
Me quedé como antes. Como hace tiempo no me quedaba, con la misma extraña sensación de
antaño. Guardando silencios, tragando palabras, entendiendo aunque sin entender
del todo.
Me quedé ahí mirando; y por fin concibiendo
esa palabra que me había quedado atragantada, rebotando sin manija en mi interior.
Durmientes.
· Durmientes de madera:
utilizando maderas (conocidas popularmente ) como pino, haya, roble,
y de quebracho en Sudamérica, dependiendo del uso, el costo y
durabilidad necesaria. Este tipo de durmiente proporciona como ventaja, la
fácil manipulación debido a su peso y su flexibilidad ante golpes o similares.
Q´ ves cuando no ves....