Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

jueves, 17 de octubre de 2013

La sangre entre mundos.

A ver…, como empezar.
La siguiente es una historia rara, un tanto sobrenatural. Quizás extraída de algún cuento infantil, o de alguna historia medieval.
Crean lo que quieran, pero a veces las cosas no suelen ser como parecen. Aquel que quiera creer, bienvenido sea, aquel que prefiera reír, es igualmente bienvenido, sacarle una sonrisa a alguien siempre viene bien.

Lo cierto, es que lo había visto ya varias veces merodeando entre los autos, que frenan allí. Entre las calles Juan A García y Donato Álvarez, la calle de las seis esquinas.
Para ser un mendigo, un vago de la calle, el tipo era bastante agresivo.
La verdad es que estoy acostumbrado a observar a los vagabundos, y en general son personas humildes, modestas y agradecidas. Siempre avergonzadas, pero con una mueca de falsa felicidad brotando a la fuerza de entre sus labios azules y secos. Son seres extremadamente transparentes y con una carga de derrota que los hace bondadosos y con una ternura amarga.
Cuando piden, son sencillos y frágiles y cuando no reciben en general se mantiene incólumes, como estatuas griegas y en silencio se marchan. En una paz inexplicable.
Este, por el contrario, era lo contrario.
No es que fuese un hombre pendenciero por demás, pero tenia una forma  perturbadora  de pedir. Mucho ademán brutal, mucho gesto ampuloso, mucha frase lanzada al aire, a los cuatro vientos.
Es más, según cuentan, había tenido un par de altercados con los muchachos que practican boxeo en el gimnasio que justo queda enfrente; e inexplicablemente siempre había salido bien parado. Hay una especie de mito, que dice que una vez hasta sacó una espada y amedrento a varios jóvenes, pero eso es solo un mito.
 Pero volviendo a aquel día.
Ni bien llegué  las seis esquinas, lo vi ahí. Inmóvil, de espaldas a la calle, en patas, con la mirada fija en una pared blanca de la vereda, una especie de casona abandonada con las ventanas y las puertas tapiadas con ladrillo.
Los coches, conocedores del personaje, esperando el verde del semáforo bien alejaditos. Acurrucados contra el cordón opuesto. El miedo no suele ser zonzo.
Estacioné de la moto, luego de rodear la esquina y me bajé.
El tipo ni se inmutó por mi presencia a unos escasos tres metros.
Entonces, ensayé mi jugada más clásica.
Me senté haciendo equilibrio en la moto "clavada" y como si nada prendí un pucho.
Pasaron dos o tres minutos, y el tipo que embrujado miraba la pared blanca, notó mi presencia, como un puma presiente a su cazador, y antes que me diera cuenta se me vino encima con sigilo pero con decisión.
- ¿Queres un cigarro? Lo anticipé velozmente, sabiendo por experiencia que era una carnada apetecible.
  El tipo freno como impactado por un rayo, y asintió con un tibio movimiento de cabeza.
El pez ya estaba en el anzuelo, ahora solo había que tirar de la caña.
Me extendió la mano para hacerse de fuego y ahí nomás noté algo inusual.
Sus brazos eran fibrosos y fuertes, algo rarísimo en un vagabundo. Estaban marcados por miles de tatuajes extraños y cruzados de extremo a extremo, en todas las direcciones por cicatrices desparejas, bien y mal curadas.
Le hice un rapidísimo examen y también noté que le faltaban algunos dedos de los pies y manos.
Pareció no importarle.
Le pego un fuerte pitada al cigarrillo. Y de entre su barba blanca, amarilla y sucia, me lanzó sin piedad.
- Son cicatrices de batalla, pibe!! No creo que vos sepas que es eso. Sos un tiernito. No creo que tengas una cicatriz en todo el cuerpo, si todos ustedes están hechos de seda. Son todos unos debiluchos. No saben nada. No son nada.
Acto seguido se me quedo mirando fijo, con cara de loco.
Sonreí, irónico.
El tipo se bloqueo, no lo esperaba.
 Quizás suponía que me echaría a la fuga, como todos, o que lo increpara o vaya a saber que.
 Lo cierto es que se quedo clavado.
-         No, no tengo cicatrices de batalla. Me caí una vez del balcón de casa y otras tanto de la moto. Tengo algunas cicatrices pero no de batalla. Le dije y rápidamente agregué.- el que tenía cicatrices, y más que vos era mi abuelo. Él manejaba tanques en la segunda guerra mundial, peleaba para el ejército rojo y más de una vez lo sacaron medio calcinado de adentro de un tanque, y para colmo se comió un par de años como prisionero de guerra en campos de concentración , así que también estaba tatuado. Él si que tenía cicatrices de batalla.
La extrapolación le gustó, se relajó un tanto.
Olfateo, mi falta de miedo.
-         Sabes que pasa pibe. La mayoría de los “boluditos” que andan por acá son machitos de guardería. Y los que no, son miedosos como conejos.
De pronto, vaya uno a saber porque el tipo me tomó una especie de confianza.
Sí te sirve… te cuento de mis cicatrices.

Pescado, lavado, pelado y listo para la parrilla.

-         Bueno. Te la voy a hacer corta y seguime, aunque no me creas. Aunque antes, anda a la esquina, a lo de los chinos y tráeme un cartoncito de vino. Así recuerdo mejor.

En un segundo estaba de vuelta y esperando a que termine de insultar a una piba que del susto cruzaba en rojo. 
-         OK pibe, escúchate esta historia, que no te la vas a olvidar.
-         La escucho.
-         Aunque vos no lo creas, este no es el único mundo que existe. Hay miles de mundos que comparten un mismo espacio, un mismo lugar. Pero cada uno ocupa otra dimensión.
“Lindo loquito me toco esta vez”. Pensé mientras intentaba seguirle el hilo.
-         El tema es que nadie aquí lo sabe. Salen a buscar fuera del planeta y nadie toma en cuenta el tiempo, todos piensan en la variable distancia. Para hacértelo más claro. Es como que todos los mundos se encuentran apilados uno sobre el otro, pero en distintas capas, como una torta de varios pisos. Bueno…yo vengo de uno de esos mundos, y te puedo decir que hay decenas apilados unos sobre otros. Conectados por puertas casi invisibles y escondidas. Un mundo donde magia y ciencia son lo mismo. Bastante brutal, pero más civilizado que este. Solo teníamos un problema. Los monstruos. De todo tipo y tamaño. De enormes fauces o virulentos y venenosos. Marinos y terrestres. Hasta pequeños pero inofensivos, pero de aspecto horrible. Y como los humanos somos humanos en todas las dimensiones, el temor pudo más. Y ahí entre yo. El mejor cazador de monstruos de todos los mundos.

Todo hasta ahí me había parecido ridículo. Pero lo de los monstruos era ya una exageración. Aún así y con mi cara de “no creo nada” el hombre continuo.

-         Y si, sabes una cosa? Yo era cazador de monstruos. El mejor cazador de monstruos de todas las eras. Era, realmente invencible. Demoledor y certero. Un verdadero carnicero. Hasta me animo a decir que  el olor a sangre me estimulaba más. Asesiné en el mar, en la tierra y hasta en las montañas. Donde sea que hubiese una criatura distinta. Lo más brutalmente posible, para que todos lo sepan y se corra la voz, que "el jefe" de todas las criaturas había pasado por allí. Mi marca personal eran los rastros de sangre  viseras diseminadas, un advertencia a futuro. Y así,  con el tiempo comencé a matar por placer. Yo mataba y ellos iban desapareciendo cada vez más. Aún a aquellos que no lo merecían. Yo iba por ellos aunque nadie me lo pedía, un soldado fiel. Y con el tiempo escasearon entonces  llegue a cazar hasta crías y hembras embarazadas. Nadie podía ni intentaba detenerme, por temor o veneración. El olor a muerte y la adrenalina eran mi comida y mi razón. De cazador pase a asesino, y de héroe a villano. hubo verdaeras y monstrusosas masacres, bien a mi medida. el hedor a muerte lleno cada mundo, cada confin. Y entonces lo inexplicable para mí, un día, no se porque, dijeron basta. Se cansaron de la sangre, de los gritos del dolor ajeno.  Y yo  no pude parar, no podía detenerme, esta en mi A:D:N,  era el monstruo que ellos habían aplaudido y amado. Me alimentaron asi.  Los cobardes, los debiluchos me exiliaron al único mundo, en donde los monstruos son in-cazables, me mandaron para aquí. Una noche oscura, me engañaron y me pasaron por una puerta que solo abre hacia un solo lado y me metieron para no dejarme volver ya nunca más.  Al mundo más toxico de todos, donde los monstruos casi nunca parecen monstruos. Donde los monstruos tiene sonrisas brillantes y hermosos trajes, dientes blancos y pulcros, y donde son imposibles de cazar. Donde no parecen monstruos. El mundo de los monstruos sin monstruos.  Prefirieron lidiar con los monstruos a lidiar conmigo. Una cuestión de balance, dijeron falsos. Y aquí me ves. Mirando a esta pared blanca, a etsa puerta cerrada, todos y cada uno de los días, para ver si se abre y puedo volver a cazar, es que extraño el olor a sangre y aqui los monstruos son inalcanzables. Algunos humanos que han pasado, que fueron castigados por otras razones me dijeron, que los monstruos se reagruparon que crecieron en cantidad y ferocidad, pero aún así los prefieren a ellos que a mí. No lo puedo entender, dicen que es parte de la naturaleza y de mi naturaleza, pero yo no les creo. Son cobardes.

Yo seguía callado atento y en silencio, dándome cuenta que el vino barato hacia efecto rápido, pero no quería faltarle el respeto ni desatar su ira ebria. De todas formas de un rato a otro me iba a ir, y el hombre pasaría a ser historia sin mención alguna en mis cuentos.
-         Solo una cosa te aseguro pibe. Agregó. La sangre se paga, y aunque me veas como un menesteroso, soy de raíz  cazadora noble y cada cicatriz es una medalla. También lo se, lo tengo claro alguien en algún lado busca venganza, estoy seguro que en cualquier mundo, en cualquier plano, se paga todo, aunque no estoy del todo seguro  sí en este es así. Sin embargo, y aunque no lo creas, a veces siento que raspan, que arañan la pared desde el otro lado. Siento mordiscos y gruñidos. Golpes y cornadas. Estoy seguro alguien viene por mí, y lo estoy esperando. Para cruzar o para morir. Prefiero morir dentro despedazado y luchando, que vivir como una alimaña  arrastrada aquí. En tu mundo con monstruos in-cazables. Casi ni duermo, y cuando lo hago estoy atento, salvo que me pegue el vino o el paco, y si me encuentran dormido, mejor. Sin dolor.
Le dio un trago final y enorme al cartón. Y casi limo los bordes con su lengua.
-         Pero quédate tranquilo, a este mundo no pasan los monstruos. Le tienen mucho miedo. Aquí los monstruos son mucho más poderosos y, ellos son monstruos pero no imbéciles. Tu mundo es monstruoso realmente, aunque finjan no verlo o los adoren como dioses.
El tipo se dio media vuelta y nuevamente, se quedo fijo mirando a la pared blanca. Luego se recostó sobre  un cartón, y rojo de vino, se desplomó.

Me fui sabiendo que un loquito borrachín más, había pasado por mi vida. Nada para contar en un cuento.

Solo un par de día pasaron y otra vez pase por las seis esquinas. Ya de tardecita casi noche.
 Me había olvidado por completo, cuando desde una extremo sentí un ruido brusco casi un gruñido gutural. Pensé que era un perro atropellado o alguien que había sido asaltado, pero súbito recordé y mire a la pared blanca, que ya no era tal, donde dormía ebrio el cazador.

 Seguramente alguien se cobraría una deuda esa noche


  




q ves cuando no ves?

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