Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

lunes, 17 de junio de 2013

2.48 am

La verdad….es que me cuesta dormir.
Generalmente, tipo dos o tres de la mañana, me despierto en el silencio mas absoluto y empiezo a vagabundear por la casa.
Paso por las habitaciones de los chicos, los arropo, los miro un rato y como un fantasma voy de acá para allá.
A veces voy al pequeño estudio que me armé en el entrepiso, agarro la guitarra y con los auriculares puestos toco algo, o busco entre los muchos libros leídos y desordenados y releo algo por enésima vez  , me quedo un rato, otras me prendo la televisión y algunas veces solo me quedo mirando por la ventana las calles desiertas y frías de la madrugada.
Al tiempo me vuelvo a la cama.
En las habitaciones de arriba, todo en paz. Las chicas duermen relajadas, mi mujer desmayada y el “demonio de ojos azules” generalmente intuyendo mi escapada se filtra sigiloso a mi cama.
Dicen las viejas leyendas que entre las dos y las tres de la mañana los demonios se despiertan, los ajenos y los personales.
 Sea como sea, a mi a esa hora me cuesta dormir o mejor dicho a esa hora me levanto de dormir.
Las mañanas generalmente son rutinarias, cansinas y ordenadamente caóticas. Lo verdaderamente cierto es cada mañana de manera desordenadamente ordenada cada uno empieza su circo.
La patrona es la primera en irse, las chicas entre quejas de las mas diversas salen después, dejando al perro con ganas de comerse al chofer de las combi que las leva y por ultimo al chiquito, quien generalmente dormido se sube bamboleante a la moto y como un muñeco de nieve se va al jardín.

Así, luego de despachar a todos comienza realmente el baile.
El lunes tenía la mañana perfectamente planificada y en línea recta. Si la cosa iba derecho al medio día tendría todo terminado.
La mañana  del lunes fría por demás.
Vagué por la ciudad punto por punto y casi al final del trayecto, tomé por Rosario para doblar hacia la calle Chaco. Llegué al parque Rivadavia. Le puse llave a la moto.  Entré me senté un rato en un banco y tranquilo  me fumé un cigarro.




UNA PEQUEÑA HISTORIA DE JUAN CRUZ:

El barrio de Palermo, cerca de su productora multimedia, siempre le había parecido la meta y el fin, pero desde hace ya unas semanas se sentía agobiado.
Demasiadas vanidades, demasiado brillo. Demasiada carga evaporada.
Era  bien nacido y criado, en Belgrano R, uno de los mejores colegios primarios bilingües y un secundario de los más tecnológicos, modernos y estimulantes lo habían construido a pedido.
Sus padres lo habían puesto bien temprano dentro de la “carrera” y fiel a su destino llego al final. Sin sobresaltos, solo rectas y curvas perfectas. Solo había que cumplir, y el premio, a la vuelta de la esquina.
Sus amigos participantes privilegiados de la misma “competición” lo acompañaron y lo arrastraron hasta las orillas. Algunos llegaron otros naufragaron.
Era testigo y participante de un mundo exclusivo, de halagos, de regalos, de canjes, de favores. Le debían y debía, pero todo dentro de las paralelas predeterminadas.
Para todos, él ya había llegado, era el centro calido y acogedor del mundo.
 No era millonario, ni cerca estaba, pero estaba bien. Exitoso, tranquilo y sedado.
Su esposa, el mejor ejemplar de su camada, antes y ahora.
La casa en las afueras, los viajes al exterior, los viajes de trabajo, la letra nueva en cada patente.
Pero ahí, ahí estaba la mosca. La mosca jodiendo detrás de la oreja.
Pero como pasa a veces, algo lo punzaba, bien de adentro. Parado del lado equivocado de la mecha.
Todos tenemos un punto de quiebre. Algunos ni lo saben, otros lo saben y lo ignoran y otros, los menos simplemente, se quiebran. No hay una razón clara ni un motivo exacto, no es un momento perfecto de iluminación, ni un punto exacto del universo, a veces pasa…porque si.
Algo en el alma lo dicta.
Así es que Juan Cruz ordeno sus papeles, sin dejar nada librado al azar.
La productora y las posesiones a su perfecta mujer, el auto a ese único amigo que  siempre estuvo, aunque hace años no veía y lo demás esparcido por ahí entre fieles e infieles.
Un último e insondable día de trabajo, un pequeño bolso con algo de ropa, unas notas puntuales y claras, dos o tres pequeñas revanchas y nada más. Es mas, hizo un par de pagos por adelantado para que nadie lo despida con rencor.
Se fue ultimo, cerro la puerta de su oficina, tiro las llaves a una alcantarilla, rompió las tarjetas de crédito y se adentro profundo en su oscuro mar. Muy profundo y muy oscuro.






Mientras termino el cigarro veo ahí a unos metros, un tipo durmiendo tranquilamente.
Placido, al sol a las  diez de la mañana en el Parque Rivadavia.
Me sorprendió su figura, no estaba ni desaliñado ni desprolijo, algo raído pero entero.
Los pibes escapados de la escuela revolotean a su alrededor y con algo de estupidez le tiran algunos papeles o piedritas desde lejos que lo empiezan a despabilar, los perros lo esquivan con maestría, los vigilantes lo miran recelosos, a la espera.
Se para se ajusta lo huesos maquinalmente,  acomoda la pilcha. Hurga en su bolso y saca una pequeña botella de agua transparente y un libro.
Busca una sombra cómplice y se acomoda, acondiciona sus cosas con cuidado y se pone a leer instintivamente.
Tendría unos cuarenta o cuarenta y cinco años, flaco y fibroso. Se lo veía sano, bien cuidado y prolijo a pesar de todo. Unos extraños y conocidos ojos claros, tez blanca aunque curtida por el frío y el calor como a un cuero trabajado, cabello relativamente claro aunque con algunos dreadlocks aquí y allá. Ropa sucia pero de calidad.
Digamos que era un mendigo del primer mundo. No era el típico personaje que me encuentro en mis viajes, este era algo distinto. Inusual.
Una mancha.
Para variar me acerque con menos cuidado que otras veces.
No se porque, quizás lo sentí como alguien de los míos, como un igual.
Pura fantasía ya que no tenía idea de lo que me encontraría, pero tome ciertos riesgos anteriormente y todo anduvo bien.
Cuando por fin entré dentro de su radar, me detecto desconfiado.
Fijo, me focalizó como a un avión espía fantasma.
 Guardó sus cosas y se preparo, listo a partir a escapar.
Frené y le hice un saludo cordial.
-         “ De donde me conoces?  Me dijo a escasos tres metros y listo para fugar.
Por un momento dude, trastabille con un pozo y le contesté con cordialidad.
-         “No te conozco, por lo menos eso creo, no soy del barrio solo ando por aca de vez en cuando, pare a fumarme un faso y quería ir a ver unos libros a la feria. No es nada, sigo mi camino”.
El tipo se relajó.
-         “Siempre hay algo bueno en la feria y como ando con tiempo me gusta revisar”
_ “Todo bien, pensé que nos conocíamos, disculpa te vi cara conocida”. “Pero no vayas para la feria, hoy no hay nada bueno. Los lunes solo quedan algunos rezagos, no abren todos, te lo digo yo que casi todos los domingos a la noche vengo a dormir acá y a la noche me gusta revisar”.
-         “OK, entonces sigo laburando, gracias por el consejo. Vos compras los libros allá?. Y le señalé.
-         “No yo no compro nada, voy leyendo los libros y los voy canjeando, así lo único que me pesa  en el camino es lo que llevo e la cabeza y nada más”
-         “Que estas leyendo ahora” le pregunte, para entrar en confianza.
-         “ Apuntes desde el subsuelo, Dostoievsky” te suena?.
-         “Si, lo leí hace unos años, se ve que te gusta torturarte un poco no?
Sonrío y agregó.
-         “Masomenos, a veces me gusta revolcarme un poco y otras solo leo por diversión, no tengo otra cosa para hacer. Vivir en la calle te da esa liberad, te clavas un puñal solo cuando se te dan la ganas. Es una cuestión de libertad. ¿vos estas leyendo algo ahora?
Abrí el morral que siempre llevo encima, busque entre el desorden y saqué un libro que suelo llevar conmigo y se lo extendí.
El tipo agarró el libro, levanto su mirada y me dijo.
-         “El corazón de las tinieblas”, Joseph Conrad, ah bueno pavada de libro llevas con vos, se ve que te gusta la literatura fácil no? , cuando quieras podes venirte a la plaza.
-         “Gracias, pero por ahora paso.¿hace mucho que andas por acá?
-         “Hace un tiempo”.
-         “ Y …. estas bien? No se te complica con el frío, mira que ahora se va a poner bravo el tema de la noche?
-         “ Es el precio de la libertad, son las cicatrices que te deja ser libre, no me quejo, quizás no me puedas entender ”
-         “Te entiendo, créeme que te entiendo”
-         “Entonces veo que no somos tan distintos”
-         “ No se, asusta pensarlo”
-         “Claro que asusta, pero cuando el aullido del lobo suena, no hay forma de pararlo”
Asentí nervioso.
El tipo agregó -“la liberad tiene costos y son altos, pero a veces no hay otra salida, las cuevas son lindas, pero son oscuras y a veces hace mas frío adentro que afuera y las paredes, que te puedo decir de las paredes, parece que se cierran y te ahogan, por mas grande que sea la cueva terminas asfixiado, sin aire ni sol ni luz. Y pasa tanto a tiempo encerrado que te da miedo salir y perder la protección, nacimos para ser libres y aquello que te protege termina matándote. Cada cosa que posees, te posee, te hace creer que sos su dueño pero es al revés, sos su esclavo. Claro que  hay costos.
-         “¿Pero, perderlo todo o no tener nada? ¿No es demasiado? Sufrir frío o calor, no ver a tus hijos, una cama caliente, comida siempre.¿podes olvidarte de todo?
-         “No, olvidar nunca podes, pero tampoco podes quemarte por dentro?
-         Pero dejar todo atrás, ¿es una opción?
-         El dolor no pasa nunca, ni este ni el otro.
-         Y aquellos que te quieren, su dolor? ¿Acaso no importa?.
-         No tengo como contestarte, no lo se. Quizás con el tiempo.
-         ¿Pero sos feliz”
-         No lo se, soy libre y con eso me basta. Quizás te suena egoísta, pero hay caminos que es preferibles recorrerlos solo, es un páramo oscuro el del alma, un camino desconocido. No tengo respuestas, cada uno recorre por el sendero que mas le parece. Yo no tengo las respuestas, es mas ni siquiera puedo esbozar una pregunta. Podes buscar, pero ojo con lo que encontras. Como dicen ”cuando miras mucho tiempo al abismo, notas que el abismo empieza a mirarte”
-         “No se, me dejas algo confundido".
- "Son las preguntas las que molestan, no las respuestas" 

lEn ese instante sonó el celular, el cliente de la calle Chaco llamaba, estaba apurado, tenia que hacer unos tramites miserables en el centro.
Le tendí la mano y salude.
-         “Cuando quieras pásate generalmente ando por acá, aunque me gusta recorrer la ciudad, quizás nos veamos en otra plaza, me gusta ir de verde en verde y en un tiempo me rajo al interior. Mi nombre es Juan Cruz.
-         “Un gusto Juan, yo soy Alejandro. Te dejo el libro en casa tengo otro igual.
Me agradeció y lo metió en su bolso junto a otros.  
Nos saludamos y raudo me fui a la calle Chaco, mi cliente daba vueltas en el hall del edificio, nervioso como un padre primerizo.


Martes 2.48 am.
Me levanto, y escribo un cuento en la computadora.
Mañana lo subo.





Q ves cuando no ves?