Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

domingo, 26 de octubre de 2014

The seeker.



 Sí mal no recuerdo era un sábado de verano por la noche, de los calurosos. Y para variar deambulaba sin sentido por la ciudad.
La gente revoloteaba infame, los ebrios comenzaban la cuarta vuelta y las putas gastaban sus extraños encantos en personajes como mínimo  sospechosos.
Regresaba de una noche de amigos y rock por Flores, sin sueño ni sueños, acalorado y sin tener donde ir.
 Lo cierto es que ni bien vi el cartel, un tanto sucio y francamente desteñido,  por alguna razón me atrapó. Pasa, eso a veces pasa.
After life, ¿qué recuerdo te llevarías de la vida?”
Compré mi entrada en plena trasnoche ajada de una resaca por venir  y entré; no sin antes preguntarme que hacía en plena juventud entrando a un cine a ver una película japonesa de antaño en vez de meterme en un cabaret. Pero bueno ahí fui. Solo, acalorado e insomne.     



“Siéntate hijo mío. Sé que estás aturdido pero no te preocupes estás donde debes estar, frente a mí. De cara al creador de todo. Sí hijo soy yo, tu dios. El único, el principio y el fin, el destructor, el autor, el magnánimo. Todo y nada.
 Pero tranquilo mí inmóvil y asustado niño, todos esto es fantochada exagerada. Tú puedes decirme simplemente, padre.
Por mucho tiempo te he estado observando, y debo confesarte que eso es algo que no suelo hacer con frecuencia.
 A pesar de amarlos a todos por igual mis hijos son incontables y no todos interesantes. De hecho muy pocos lo son. Y no es algo triste, es así, sin vueltas. Pero como decía, solo algunos me hacen girar,  enfocarlos especialmente con mi luz y seguirlos con curiosidad. Solo algunos reciben mi atención exclusiva. Es un pequeño, puñado al que personalmente observo con atención. Y eso, debo decirte, no es ningún merito. 
 Hay algunos simplemente que los vigilo por esa maldad tan exacerbada que sorprende. Otros por sus desarrollados instintos, como los cazadores destacados. Muchos por esa desconocida sensación de trascender, que ni yo puedo explicar, y un pequeño grupo por su increíble capacidad de destrucción. El resto, y como te he dicho, solo transcurren fuera de mi interés. Y no está mal que así sea. La vida es un regalo y cada uno hace con los regalos lo que le plazca. Disfrutarlos a pleno, abandonarlos en algún armario antiguo, usarlos, regalarlos otra vez o ignorarlos. Son elecciones, y el libre albedrío es mi ley mas amada.
Ahora, querido pajarillo atemorizado, esto no significa que estén fuera de mi amor, ya te lo dije, los amo a todos por igual, ni más ni menos. Ellos, la mayoría, solo están por fuera de mi radar, no de mi amor. Por decirlo de alguna manera.
Después de todo, soy ya un viejo padre cansado.       
 Pero déjame volver a ti. Después de todo es a ti a quien le hablo, a uno de mis más díscolos muchachos. Al buscador, a él le hablo.
Debo de decirte, y en cierta forma sincerarme, que no me habías llamado la atención. No mucho más que el resto. Eras un buen niño, buen muchacho, un buen ser humano. Nada fuera de lo común. Una criatura bendecida por mil virtudes como la inteligencia o la belleza. Pero hay cientos bendecidos de la misma manera y la verdad no he notado nada raro en ello.
 Te coloqué en una buena familia, sin problemas. Fuiste amado arropado, aconsejado y también confundido. Y así viviendo. Aceptando, ganando y perdiendo. Nada extraordinario.
Pero un día te noté. Ahí. Parado, mirando a todos como sí no te pertenecieran. Extrañado. Esquivo. Sin una gota de maldad, ni odio, ni siquiera de envidia. Allí estabas ido. Arrancado y curioso. Tan fuera de lugar como dentro. Perteneciendo sin pertenecer. Extrañado en tu propia lejanía.
 Inquieto comenzaste tu búsqueda, y atónito yo comencé a seguirte. A enfocarte con mí haz de luz personal. Eras joven y ese ímpetu inicial hasta sonaba lógico.
Primero hurgaste tu búsqueda en la música, y yo te doté de virtud para ello, pero no. No buscabas la nota ni la melodía perfecta. Estremecer o fulgurar. Buscabas algo más. Y lo dejaste cuando podías haber sido una estrella.
Pronto viraste a las artes, y nuevamente te di virtud para ello, pero allí no encontraste nada. Te pareció un mundo demasiado frió. Un lugar solitario y los buscadores siempre necesitan pistas.
Aunque las ciencias no eran lo tuyo, de todas formas escarbaste. Historia, lógica, filosofía, pero nada. La exactitud de los sistemas te pareció algo estúpido. Y tu hambre creció.
En algún momento supuse que saldrías a los caminos, que te perderías, que abandonarías todo y te irías a pertenecer al mundo, a ser un nómada, un errante que busca. Pero para mí sorpresa te estableciste. Engordaste, te conformaste en el dinero, el confort o solo en un cama caliente. Y por un tiempo te quedaste en ese lugar finalizando eso que buscabas.
 Tu cabello comenzó a pintarse de blanco, tus manos a temblar, y tus ojos a helarse. Y pensé que era el final, pero nuevamente me superaste. Y esa vida, ese sopor extrañamente amable era un eslabón más. Debías hundirte y buscar en la conformidad para no encontrar nada. Escapaste y saliste al camino otra vez.
Entonces decidí intervenir y te puse a prueba. Coloqué en tu camino pequeñas piedrecitas, esas que te hacen tropezar pero no caer. Esas que minan tu paso. Aquellas pulgas que molestan pero no hacen daño. No busque una gran prueba, eso hubiese sido fácil. Te hubieses derrumbado o te hubieses vanagloriado. No mi querido buscador, nunca busqué estremecerte, solo complicarte las cosas un poco. Y seguiste buscando. Vicios, humo, alcohol, tampoco allí. Como todo, la podredumbre te enseñó pero nada más.
La fe, el último refugio del hombre asustado tampoco te sirvió. En la doctrina, sea cual fuera, y vaya que escarbaste ahí, tampoco encontraste nada. Solo una pequeña envidia boba hacía aquellos que felices me encontraron.
Amado hijo mío, a ti se te acababa el tiempo y a mí las opciones. Hasta que un inesperado día creí que lo tenías. Que estaba lo que buscabas, a mano a solo un tris de ti.
Ese día cuando estático, y mientras el mundo te reclamaba ansioso, te quedaste petrificado en una grieta. Pasmado fuera de todo. Si. Paralizado en una mísera grieta del asfalto, en una rendija olvidad de todo. Como de joven. Con tus ojos húmedos rotos. Sin poder creerlo. Extasiado en tu descubrimiento. Encontrando tu primera pista. La primera prueba de que tu búsqueda no era un insensato ir y venir. Sí, en una grieta de un asfalto encontraste algo. Una señal casual, desapercibida, insensata, pero señal al fin. La guardaste en tus lágrimas y volviste al mundo. Pero esta vez emocionado, casi estallando en sollozos, con la confirmación que no andabas errando en vano, que en el más pequeño agujero podías encontrar algo. Increíble, que en algo tan sucio, imperceptible y tan perfecto hayas descubierto la emoción de encontrar. Una grieta pequeña, enorme.
 Y yo mi amado, en esto, en esto no tuve nada que ver. Fue todo tu logro, de tu instinto buscador. Y claro, merito de la grieta también. Ella te sedujo. De alguna forma también te encontró.
Ahora mi buscador desconcertante es el tiempo de mi obsequio. El regalo que le doy a cada ser humano antes de que éste decida sí volver al mundo o no.
A todos y a cada uno le debo una última visión. Un recuerdo, un aroma, lo que sea que quieran. Una sensación de esperanza. Algo que se le vaya a forjar en el alma y sea parte de cada uno. Una última y primer pista de lo que debe ser si deciden volver al circo.
Algunos se llevan el recuerdo de una noche de amor, de esas que no se olvidan. La luna en el cielo iluminando el cuerpo de tu amada desnuda en la cama, durmiendo plácidamente. Tranquila, en paz, extenuada.
Otros en cambio quieren guardar aquello que nunca tuvieron. Una mansión, fama, bienes. Muchos me han pedido recuerdos. El aroma del pastel recién hecho por su madre, el abrazo sincero de un padre antes de partir hacia mi presencia. Un gol sobre la hora, el estremecimiento de la gente. Los primeros dientes cayéndose de la boca de un niño, un nieto terminando su primaria. Arroz a la salida de una iglesia, la paz que deja una sensación dolorosa pero correcta. Una noche plena bajo las estrellas, gotas de agua helada evaporadas en un cuerpo caliente, lagrimas de rocio en una mañana solitaria. Amor, poesía, música. Un blues perfecto, un jazz sincopado. El olor a hojas nuevas de un libro viejo. Un extracto bancario interminable, la adoración de los demás, viajes, lujos, un perdido estremecimiento emocionado. Un cachorro atemorizado en su primer día en la casa, una playa, nieve, un tren.
De todo mi querido, y lo han tenido.
Ciertamente los amo, y el alma debe ser alimentada de sensaciones. Sean cuales sean.
Así que ven. Acércate mi dilecto buscador, y llévate esto.  Guárdalo en lo profundo de tu ser. Arrópalo como al más grande de los tesoros. Frágualo profundo. Y continúa buscando.

Presiento que nos volveremos a ver.
                         


 
      
Q' ves cuando no ves? 





No hay comentarios:

Publicar un comentario