Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

lunes, 18 de marzo de 2013

La escalera de Jacob

Lunes media mañana.

El otoño comienza a golpear las calles y un frío novedoso se extiende por la ciudad, nada grave, es que los primeros fríos siempre parecen ser algo mas fuertes. Hasta que se acomoda el esqueleto.
 El fin de semana, cargado de vanidades y de siestas, me devolvió algo de la energía perdida.
Viendo venir una semana cargadita, me quedé en casa a dormir la mona, a jugar con los cachorros, en especial con el demonio de ojos azules que necesita una mano, y a “disfrutar de la comida de la jefa”.

Como resumen, descansé.

La semana que pasó tuve por primera vez una experiencia inolvidable mística.
Conocí por primera vez en mi vida a un “desalmado”, una criatura fascinante, un ser al que todos creemos conocer, pero que raramente en la vida nos cruzamos. Una experiencia reveladora e inolvidable.
A veces se aprende mucho mas conociendo al diablo que a dios, la experiencia resulta mucho más educativa y enriquecedora. Pero al fin eso es para  una historia diferente.
Lo cierto, es que temprano a la mañana tenía algo de trabajo, alguna cosita a domicilio para arreglar. Y allí me fui.
La ciudad se comenzaba a sacar las pulgas de un lunes a la mañana.
Las miradas vacías y descansadas, de aquellos que esperan los colectivos  me resultaban simpáticas, claro es lunes por la mañana y el humor fresco siempre ayuda.
Como les contaba un frío punzante vigoroso comenzaba a asomar, preludio de un clima que cambia.
Viajé manso y tranquilo, escapando a las primeras bocinas que indefectiblemente comenzarían a aullar en un rato.
Cabrera y Gascón.
En dos patadas y sin las clásicas complicaciones arreglé un auto, y como andaba con algo de tiempo aún, crucé la calle hacia una falsa placita situada en la esquina y me bajé para fumarme un cigarro tranquilo.
La falsa plaza, era un especie de invento sin sentido.
 Enrejada, como una mazmorra y casi sin pasto. Bancos y mesas de cemente gris, con resabios de una pintura ya inexistente. Algo de pasto despelucado aquí y allá. Un lugar sucio y desprolijo. Varias botellas e cerveza rotas en el piso y bolsas de basura diseminadas con absoluta eficacia y precisión.
Iba a entrar pero cuando divisé a los campistas durmiendo en los costados, les confieso que me intimidé.
No soy un tipo temeroso, es más rastrillo la ciudad con la inconciencia del tipo que se cree invulnerable y esa estampa me trajo a casa siempre a salvo, aunque a veces algo tarde y magullado.
 Es una cuestión de actitud.
Tampoco soy un valiente de esos que se ven en las películas, soy un tipo común con algo de calle, varias peleas perdidas y algunas ganadas. Camino con soltura en la oscuridad, como si fuese mi hábitat natural. Soy una especie de  viejo y solitario lobo estepario (je, pavada e comparación me mandé no? ).
Pero volviendo a la falsa plaza.
El lugar parecía un campamento de la O:N:U, esos lugares que vemos en películas, o documentales.
A lo largo ya ancho del lugar, la gente, tapada como sea, dormía arrinconada. Tapados con cartones, mantas sucias y viejas trapos y demás pertrechos.
Peregrinos de la noche, nómades del día.
Ahí nomás y gracias a un oportuno cafetero, estacioné en la puerta. Donde el mundo parece cambiar de fase.

Recuerdo haber pasado la cuarta parte de mi vida buscando maestros. Otro tanto buscando un camino. Y otro tanto a tientas.
Lo cierto es que estudié varios años, fiel a mi origen, en una Ieshiva (centro de estudios bíblicos de judíos ortodoxos) , otros tanto en un centro budista en el barrio de Flores y junto a un curita amigo, en interminables mesas de un bar viejo, como los de antes.
De todos, tengo lo mejor, pero soy un hueso duro de roer y tengo mas preguntas que respuestas.
 Reconozco que siento admiración por aquellos que inquebrantables siguen convencidos  su fe. Los veo en paz,  cada sábado o domingo por la mañana los veo tranquilos en cada meditación y siento un sutil escalofrío. Una envidia exquisita.   
Lo único que puedo afirmar sin temor a errar fiero, es que todos coinciden con lo mismo.
Dios, se expresa en los sueños. Y es ahí donde le hablamos y nos habla.

Pero, que soñaban aquellos refugiados de la falsa plaza, abrigados por el primer frío?.

Una mujer arrinconada, seguro soñaba con sus hijos, con aquellos pequeñines que andarían rodando tras las vías de un tren, envueltos en humo y pastillas. Soñaba que los volvería a ver y que eran felices, y que  rodeando una gran mesa llena de felicidad habría un hombre que regresaría a casa cansado de su trabajo pero pleno y orgulloso. Que la falsa plaza, era una pesadilla y que en realidad estaba tomando una siesta calida, en el pórtico de su casa, humilde pero noble. Con vecinos charlatanes pero leales, con un perro cuzco perezoso y guardián.
Seguro soñaba eso, me pareció verla sonreír levemente.


El flaco de la punta seguro soñaba con sus épocas de boxeador amateur, cuando los rivales pegaban dóciles y la señora fortuna le auguraba un campeonato nacional y luego sudamericano, para pegar el salto al titulo mundial. Las mujeres que en multitud se acercaban a su masa en el baile de su pueblo, al que volvería triunfante a vengar a los suyos. Que ese coche ultimo modelo dormía placido en su cochera junto a sus trofeos y a su museo de fotos con presidentes, actrices, futbolistas y modelos. Que se retiraba campeón y era actor, y que su nombre era conocido, tanto que firmaba distinto para pasar de incógnito en la multitud que lo aclamaba donde iba. Era famoso, importante, intocable, era un faro para los suyos y era “El Campeón”.
 Me pareció verlo tirar un par de piñas al aire.

Aquel, de rulos barrosos y pinchudos, soñaba casi con seguridad, con la quietud de su pueblo. Con ese atardecer eterno entre mates y medialunas guitarreando con amigos. Soñaba con el regreso tarde al rancho, embriagado barato, pero feliz, mientras el patso verde crujía con el rocío matinal. Con la Teresita, esa chica que había sido suya toda la vida y que le preparaba las empanada mas jugosas y picantes que jamás había probado. Soñaba con la muchacha inalcanzable, la hija del patrón, que todas las noches lo sonrojaba mientras se subía a la camioneta salvaje y lustrada. Con lo pájaros revoloteando sin parar, picoteando algo de maíz, o alguna lombriz furtiva. Su sueño, era el de las eternas salidas de pesca a ese riacho medio seco pero abundante. Soñaba y veía a “Pochoclo” el viejo alazán, compañero infinito de las aventuras.
 Él también sonreía disimulado y entre sueños y hasta parecía oler la hierba.


El pibe del fondo de unos veinte años en la cara y trece en el documento, soñaba con la “Bombonera”. Era el diez de Boca, el diez de la gente. Seguramente, murmuraba en sueños
Que regresaba a la villa y sus amigos de toda la vida lo aplaudían, lo vitoreaban y lo llevaban en andas a la puerta de su casa, y allí su mamá lo esperaba con el puchero y comía, él y sus nueve hermanos inclusive aquel que iba por mal camino. Y todos lo besaban y todos lo mimaban. y hasta Susana Gimenez lo llamaba para su programa. Y él, era el centro, y su mamá, mirando la foto del viejo decía entre lágrimas. “- Viste Cacho , el nene llegó, el nene va a la selección” .
Les juro que me pareció verlo patear entre las mantas


Al igual que la nena, aquella minima en el fondo. Invisible.
Seguro se veía en el colegio, con sus amigas del barrio, y jugaba en el patio del cole. Y corría con el viento en la cara, escapando de los nenes, que en verano le tiraban bombitas de colores. Y se metía en una calesita hermosa, gigante y colorida; y a hasta ganaba la sortija. Pero no la cambiaba por otra vuelta, se la daba al dueño de la calesita y él le regalaba un chupetín y dos caramelos, y ella se metía todo junto e la boca. Y la mamá le compraba una Coca enorme y ella de tanto reírse, la escupía por la nariz. Soñaba que estaba otra vez en la escuela y que su maestra le enseñaba y ella leía un cuento de princesas una y otra vez, y juraba que sería ella misma, una princesa, con hadas, unicornios, y brujas malas.Y, en el  sueño había burbujas y hasta un arcoirs gigante.  Soñaba con el príncipe, ese el de la tele, que la iba a rescatar, que era alto, rubio y de los ojos color mar, los  mas lindos que había visto, y se querían por siempre.
A ella no la vi sonreír, yo estaba lejos, pero estoy seguro que no sonreía.
Parecían risas  …pero solo tiritaba. 
  
Permanecí un tiempo corto terminando el cigarrillo y el café.
Recordé,pensé en la escalera de Jacob, en el patriarca en el desierto durmiendo placido sobre una roca y soñando con Ángeles que suben y bajan; y dios ahí tan distante  y tan cerca, a tan solo un ángel de distancia.

Un dios solitario muy solitario, solo al alcance de nuestros sueños.








q ves cuando no ves?
 

 

sábado, 9 de marzo de 2013

La ceguera y la iluminacion

 I Believe In You.....


Una tarde corriente,  volviendo a casa luego de un día tibio.
La moto un tanto castigada me pide a gritos un respiro y cada tanto corcovea como un potro.
Venia distraído, metido en mis dudas y en pensamientos profundos acerca de la fe. Como mantenerla a pesar de todo.
Viajar en moto te da eso, tiempo a solas con tu mente. Es como nadar.
Por eso siempre prefiero montarme en la moto aun cuando el calor me ametralle o la lluvia te perfore , mientras manejo me sumerjo profundo en mi mente y a veces en mi alma, y es ahí cuando sorprendentemente encuentro algunas respuestas.
Es sabido que soy  un tipo bastante solitario.
Lo cierto, como contaba, es que me encontraba volviendo a casa algo perturbado.
Había lidiado con un par de “intratables calificados” y la ciudad se me había  caído encima.
Como nunca el asfalto me fastidiaba, al igual que la gente, que en manada suele comportarse grotesca y sumisamente agresiva. Como hormigas que marchan sin sentido.
El día anterior, por la noche mientras paseaba a Lemy había tenido una charla absolutamente reveladora con mi hija mayor a acerca de la fe en el hombre y la fe del hombre.
Dos cosas aprendí esa noche, mi hija esta mucho más adulta del que yo pensaba y yo estoy más viejo de lo que creía, cosa que al fin de cuentas por suerte me dio una cierta sabiduría.
Supongo que ella quería saber por donde anda mi mente. Buscaba una guía entre las preguntas que tempranamente comienza a hacerse.
Reconozco que con ella trato de ser metódicamente instructivo, aunque cuido mucho lo que digo, quiero que haga su camino y que no se deje llevar por nadie, especialmente por mí. No soy el mejor ejemplo.
Aquí les va gratis una anécdota  que escuche por ahí.
Un padre caminaba en un bosque junto a su hijo mayor, casi adolescente y de pronto la oscuridad del bosque los cubrió. El padre preocupado giro su cabeza y le dijo al su hijo. 
 “-Cuida tus pasos que esta muy peligroso".
 El hijo freno un momento y le dijo.
“- No, ten cuidado tu, porque yo sigo los tuyos”
Y de eso se trata.

Siempre me parecieron fascinantes algunos personajes evidentemente avanzados para su época, en especial la figura del Jesús histórico, no del superhéroe que cuentan mezclando riquísimas historias paganas y autoritarismo medieval.
Dos o tres cosas quedaron rebotando en mi mente de aquella noche, en especial aquellas preguntas referidas a la religión.
Le conté aquello que en las escuelas esconden, acerca de aquellos, que iluminados transitaron en el pasado y nos dejaron pequeñas pistas de cómo seguir o de cómo huir mejor.

Nada especial solo pequeños retratos.
Ella aceptó reflexiva cada una de las cosas que le conté y supongo se fue a soñar algo mas  ilustrada, aunque sea mínimamente.
Se fue a dormir tranquila en cambio yo, para variar, casi no dormí.
 Pase la noche entera fumando y tocando algo en la guitarra. Revolver ciertas cuestiones me hace mirar al abismo con frecuencia y como se dice, el abismo comienza a mirarte, cuando lo miras demasiado.
Es que ando con el espíritu deshilachado.
Pero volviendo a esa tarde en la que regresaba a casa tempranamente,

Calle Campana a media cuadra de Jonte.
  
Lo había visto un par de días atrás merodeando como un fantasma, me había parecido conocido.
Hurgaba por la calle vagamente, perdido y extraviado, sin rumbo, aunque siempre feliz, con una sonrisa, vacía de dientes, inexplicable marcada en la cara. Buscaba algo o alguien.
La gente le escapaba como a la lepra.
No parecía ser un tipo peligroso, pero era extraño en su andar y en su mirada.
Parecía tener una extraña y enferma paz enturbiada. La verdad era un ser desconcertante.
Por dos o tres días lo perdí y como el resto de la gente lo olvidé aunque algo me indicaba que volvería a aparecer.
 Hasta que la oportunidad, solita, se presentó.
 Por eso, mismo muñido de la cámara esperé atento.
Paré la moto justo a su lado, y él como conociéndome me saludo con un ademán tranquilo.
Comía unos bocadillos tipo panes viejos sacado de entre los restos, acompañado por un brebaje  de dudoso origen.
Parecía sano pero se lo notaba enfermo de soledad.
Me acerque con sigilo, ya tengo algo de experiencia, y si bien la mayoría de las persona son extremadamente amables y necesitadas de hablar, a algunos le puede molestar esta intrusión en su mundo privado.
No fu el caso, me recibió como a un viejo amigo
 Suele suceder que la típica amabilidad callejera no sea más que un  reflejo desesperado, pero aun así jamás me deja de sorprender. Lo poco que tienen siempre lo convidan y hasta se sienten algo ofendidos y sutilmente despreciados cuando uno lo rechaza.
Era pobre entre los pobres, y loco entre los locos.
 Un tipo afable y simpático, que había vivido desde su nacimiento, hace treinta y tres años, en la calle.
Decía que conocía a su padre aunque no lo había visto nunca, por eso se sentía abandonado por él.
Su madre, una “trola” de baja calidad, lo protegió hasta donde pudo y luego lo lloró cuando lo creyó muerto, cuando en un confuso hecho se incendio el pabellón de reclusos donde se encontraba. Él volvió de entre los muertos pero nunca volvió a su hogar.
Me contó  mil historias locas y disparatadas
.Que había estado en Afganistán y en Irak pregonando paz y que desde allí lo habían echado los talibanes y los norteamericanos y se había venido a refugiar a la Argentina. Que había vagado por Sudamérica aprendiendo por aquí y por allá aprendiendo de todo  de todos, pero que su misión era retornar a casa.
Pasó hambre y sed, entonces se instaló en la puertas de varias iglesias, pero de allí generalmente era echado sistemáticamente al igual que en los templo evangelicos. Fue a varios templos judíos y algunas mezquitas, pero la seguridad siempre le impidió llegar a las puertas. Estuvo en las puertas de edificios gubernamentales, escuelas, Shoppings y todo edifico publico por haber pero no era mas que una planta marchita sin agua,
 No quería pedir, solo quería generar misericordia y piedad en la gente, no lastima, solo quería despertar sentimientos olvidados, enterrados profundos en la humanidad.
 No lo hacia por él, lo hacía por los demás.
Podía tolerar hambre, sed, frío o calor, pero no la indiferencia de la gente. No la indiferencia hacia él, sino hacia la misma gente.
Me contó delirantemente, que le quedaba poco tiempo que sabía que en cualquier momento lo iban a capturar por loco y no iba a resistirse. Se  iba a ir para siempre. No temía por su vida temía, solo lamentaba no haber logrado ayudar a la gente.
Me dijo seriamente.
_“ Lo que no entiendo es como pueden caminar ciegos entre tanta luz, no ven lo que tienen frente a sus ojos. Ni siquiera los niños, que aun conservan algo de  ingenuidad. Todos son autómatas .Todos escapan hacia el precipicio.  
Estaba solo, pero no desesperado,eso si; se notaba la frustración de su alma.
En el único lugar que había encontrado algo de comprensión era en las villas o las estaciones de tren, entre los pobres, pero al igual que en la jungla, cuando la turba enardecida y tonta lo decidía era molido a golpes sin razón aparente. Solo por la competencia por una miseria recompensa.
No podía comprender a los hombres y se la había acabado el tiempo.
Fue un fantasma entre la multitud. Un tiro disparado en soledad.
Todo lo contaba mirándome con una paz, que me molestaba, y una alegría incomprensible.  
Siempre me parecieron misteriosos y sabios los linyeras de la calle, como poseedores de una sabiduría incomprensible para el resto de nosotros, pasajeros de una vida a toda velocidad.
Pero este en especial era distinto. Cubierto de una especie de santidad paradójica.
No se… estaba medio aturdido, quizás. diga estupideces, pero su historia me pareció sobrenatural. Pero como les contaba ando con el espíritu algo deshilachado.

Al rato lo saludé sabiendo que no lo volvería ver…. me abrazo fraternalmente.
Adelante, estacionó un auto costosísimo, invaluable.
El dueño bajo apurado y echó al linyera de mala manera. Él se fue sumiso , resignado y pacifico.
Yo encendí la moto tranquilo, y alcance a leer en la luneta trasera del auto un enorme calco que decía.
“Soy amigo de Jesús, Jesús te ama”
  
 


  
     
  

q ves cuando no ves?