Abrís un ojo. Lo apagas.
El otro, también.
Un débil hilo de blanca
luz que molesta.
Vapor, silencio y tu
cabeza apoyada en un azulejo húmedo.
Mientras algunas gotas
calientes te surcan desnudo, le das comienzo al caos.
Humo de café, pan de ayer,
todo mezclado con besos de rutina y besos de amor
Entonces es el león feroz
el que te abre sus fauces
Y sin pensarlo te
escabullís en los filos de sus dientes.
Durmiendo callado, o haciendo
malabares
Respiras entre extraños
que van, entre extraños que vienen
Alegres, insólitos, acostumbrados,
tristes
Todo en un desfile a
contramano que te pertenece
Comes seco, rápido, sin
sabor.
Volves a bailar tornados
y de nuevo a modo pausa.
Miras un reloj que gotea
cada aguja y aunque no sabes qué, extrañas algo
Así, condenado, agoniza
el sol.
En una misma hiedra cientos
de monos iguales respiran tiempo.
Besos de amor, besos de
rutina
Risas, hojas, cuentas,
errores de ortografía. Malhumor.
Prendes unas falsas luces
de colores brillantes que siempre te dicen que hacer
Esas que ríen con vos y
aunque no lo sepas, pero intuís, también de vos
Volves al silencio de un dulce
chocolate, al humo gris del cigarro agrio.
Cerras un ojo. Lo apagas.
El otro, también.
Y la última vela que brilla
antes de abrazar tu sueño es...
Gente muriendo cada día. Fregando suelos,
lavando platos, tipeando en una oscura oficina.
¿Y yo? Yo nunca tuve mi oportunidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario