Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

sábado, 7 de septiembre de 2013

Hagan sus apuestas

Se abrió la puerta de madera negra y rápidamente entró.
Era novato. Su primer día de trabajo, y eso lo tenía preocupado.
Toda la vida se había preparado para este trabajo y ahora que sus plegarias por fin eran respondidas, estaba absolutamente nervioso e intimidado.
Llevaba, el riguroso traje negro elegantísimo, zapatos brillantes y un flamante maletín blanco de piel. Bien afeitado, bien y prolijamente peinado y oliendo a perfume de rosas.
El trabajo era simple. Debía llevar el maletín a una gigante mansión, enclavada en las montañas. Entregárselo al responsable, y listo. El trabajo más simple del mundo.
Aún así estaba fuera de sí por los nervios.
La mansión era espectacular, metida entre dos montañas blancas y rodeadas por un bosque verdísimo. Una gigante y brillosa muralla de color oro la rodeaba de punta a punta y un enjambre de hermosas enredaderas abrazaba cada barrote, haciendo imposible la vista hacia adentro.
Más de mil guardias, impecables, la bordeaban permanentemente y vigilaban de punta a punta. Unos con un brazalete blanco otros con uno rojo. Se miraban entre ellos y se les notaba recelo, pero eran extremadamente profesionales.
 Algunos perros feroces, un helicóptero que cada tanto barría el lugar y varios automóviles negros y blancos de última generación.
Como decía, entró nervioso. Se acomodó el brazalete blanco en su brazo derecho e intranquilo esperó en el palier se entrada
A su lado, un muchacho de su misma edad e impecable esperaba ansioso también. Mismo traje, mismo peinado, y misma ansiedad. Solo el brazalete, de color rojo, y el maletín, de color negro, los diferenciaba.
Los cinco minutos de espera se hicieron interminables, por fin jugarían en las grandes ligas.

La puerta de madera, de roble negro, por fin se abrió.
Dos gigantones, tipo hampones con brazaletes distintos, entraron. Saludaron adustos e invitaron a  los jóvenes a pasar.
Uno, pelado de anteojos negros y brazos del tamaño de un bebe, con brazalete rojo indico el camino al muchacho a su lado. El otro de pelo cortísimo y blanco, y el tamaño de un oso polar le indico su camino opuesto y mirando por sobre sus lentes oscuros por fin le dijo.
-          Mira pibe, se que es tu primer día, pero quedate tranquilo, lo tuyo es simple. El maletín blanco que llevas, contiene las apuestas. Hoy juegan los “jefes”, es el partido principal de la noche, solo quieren divertirse un poco. Vos te acercas ni bien te da la orden, te paras a mi lado y cada vez que el jefe apueste, buscas la apuesta dentro del maletín y se lo das. Es simple, dentro del maletín esta todo ordenado, con valores, características y cantidades. No te podes confundir.
En el otro extremo de la sala, el otro joven recibía las mismas indicaciones.
Bajaron por una especie de escalera rugosa hacía un sótano pequeño y mal iluminado.
Dos grupos se encontraban reunidos allí.
Uno, el de brazaletes rojos, en torno a un anciano de alto y noble. De rasgos fuertes, morocho sin una cana y traje a medida. Fumaba un habano cubano, mientras sostenía en una mano un vaso de whisky añejo de cincuenta años. Daba indicaciones con severidad. Era notablemente más alto que los demás y una fina cicatriz le cruzaba la mejilla afeitada y pulcra. Sus zapatos brillaban como sus anillos y una cadena con un extraño y antigua símbolo de piedra sobresalía fuera de su impecable camisa negra.
El otro grupo se concentraba en otro anciano que vestía de traje blanco de punta a punta con botones negros y brillantes.
Una profusa y prolija barba blanca se extendía sobre su cara. Un sombrero cubría sus canas y su cabello algo largo, pero bien cortado. No tenía joyas a la vista pero blandía un bastón de marfil puro con empuñadura de oro y diamante. Parecía algo más cansado que el otro, pero estaba igualmente impecable y noble.
De vez en cuando, le daba un trago a una gorda copa de jerez.

-          Acaso…. acaso, ellos no son nuestros enemigos? Preguntó el novato  deduciendo acertadamente.
El “oso polar”, sin mirarlo contestó
Digamos que son nuestra contra, no nuestros enemigos. Tenemos los mismos intereses, pero actuamos según nuestras propias ideas. Somos opuestos, y la calle es nuestro campo de batalla, pero acá están “los jefes” y, son algo así como amigos. Se conocen hace tanto que se respetan y se necesitan. Y aunque no lo creas, juegan bastante seguido. Mientras abajo se pelean, arriba toman, fuman, celebran y juegan de eso se trata la jerarquía en cualquier organización seria, y ahora silencio que van a empezar a jugar “Craps”.
Ambos ancianos, se sacaron los sacos y las camisas y quedaron en camiseta.
 Pidieron a los muchachos abrir sus maletines y de allí sacaron algunas hojas amarillas mezcladas con otras blancas. Las ojearon y empezaron.
Alguno alcanzó un par de dados, el resto de abrió paso dejando una pared gastada a la vista.
El viejo de barba blanca se hincó, agarro su par de dados en un puño, le dio un beso de la suerte y los lanzo contra la pared.


El “Craps” o “Pase ingles”, es probablemente el juego de apuestas más antiguo, más popular y más sencillo en la historia de la humanidad. Es simple, dos apostadores. Uno hace una apuesta, el otro la respalda, se tiran los dados, que previamente deben golpear  una pared opuesta y depende la combinación de números que se da, uno gana y el otro pierde. Así sigue la ronda con el otro apostador.




La mañana estaba terrible. Toda la noche había estado tronando y relampagueando, pero como era de esperar el chaparrón brutal se desplomo ni bien pisé la calle.
Me equipe lo mejor que pude para la lluvia, pero sabía que iba a ser un día difícil y peligroso. La calle  mojada y los “boludos” siempre son una mala combinación.
Me bajé el visor del casco y salí metido entre las lenguas de agua.
El primer trabajo era una simple colocación en el centro, un par de espejos y un par de molduras exteriores. Le metí derecho y con sigilo ya que un par de derrapes me avisaban del resbaloso pavimento, el problema es que a algún salame confiado, no, y ni bien me descuidé un minuto, se me vino encima y paró frenando, y haciendo patito a unos quince centímetros. Yo no lo insulte, solo lo mire con desprecio, pero un motoquero que iba al lado mío y que se pego el cagazo del día le volteó un espejo con el puño mientras se alejaba volando.
Llegue al centro, hice mi trabajo bajo el agua, mientras el cliente paraguas en mano me miraba con desconfianza y asombro, y me volví esperando estar algo más tranquilo y seco.
Arranqué la moto, pero como me dieron ganas de fumar, antes de salir la apagué y la corrí un metro hacia adentro. Cuando bajé y prendí el cigarrillo escuche el golpe feroz,un bombazo infernal.
 Un colectivo de la línea veinticuatro, le dio de lleno y sin frenos al auto que esperaba en el lugar donde yo había sacado la moto un segundo antes. El impacto fue tan grande que el dueño del auto, boqueaba sangre y al toque cayo desmayado, rendido, o muerto. La multitud se juntó. El kiosquero dueño del toldo bajo el cual yo fumaba, que había visto todo, me dijo.
-          Zafaste pibe, ese golpe era para vos, alguien de arriba te cuida. Es la primera vez que el faso le salva la vida a alguien.
Como soy medio terco y medio idiota. Termine el cigarrillo y volví a toda prisa. Tratando de olvidar o mejor dicho tratando de no recordar lo sucedido, sino al otro día no podría salir.
Ni bien llegué, me bajé hecho un desastre y saludé a un par de vecinos que charlaban mate en mano en la puerta del negocio donde trabajo.
-          No se va más, la vieja tiene como cien años y no se quiere ir.
-          Pero no era que estaba tan mal, que ayer se iba?
-          Y si. No le funcionan los pulmones, ni los riñones, pero el corazón es una máquina, parece que está hecha de plástico, ayer la daban por muerta y hoy en un rato me la traen otra vez  a casa. Fue y volvió como cien veces de ese hospital. Se va pidiendo pista y vuelve en primera clase. No se quiere ir o no se la quieren llevar. Nos va a matar a todos. Sí la vez no lo podes creer, ni siquiera hace bulto en la cama, es como un espectro, pero no se va.
Me metí en el negocio y me cambié hasta los calzoncillos tiritando me tomé un café y por suerte el resto del día lo pase en la cueva invernando.
A última hora cuando la lluvia se había despejado, me calcé lo auriculares y volví a casa.
Mientras mechaban con música en el noticiero contaban acerca de ese genocida, presidente de un país al este, que estaba en coma y casi muerto.  El tipo, por milagro se recuperaba y en un par de días volvería a su puesto y así la alegría de su pueblo se apagaba una vez más o del tipo ese del norte, que manejabamujeres y lo engancharon y en la carcel se quizo suicidiar y lo salvaron.
“Mira vos, estos turros,  como zafaron. Algunos sí que tienen suerte” pensé un segundo antes de llegar a casa y meter la llave a las apuradas ya que desde adentro sonaba el teléfono como una sirena agónica.

Atendí de raje. inmediatamente reconocí la voz al otro lado.
-          Ale, mira que la operación salió mal y falleció.
Me quede estupefacto, no esperaba esa noticia.
-          Pero la operación no era una pavada?
-          Sí, pero se complico. Los médicos no tiene ninguna respuesta, no saben lo que pasó. Supongo que le había llegado la hora. ¿podes avisar?
Termino casi entre llantos la voz al otro lado de la línea.
-          Quedate tranquilo yo aviso. Salude de rigor y colgué. Soy bueno dando malas noticias.

Me quedé a solas un rato en silencio, hasta que el perro, “lemy”, saltó por los aires de alegría. Había olido a mi mujer y a los chicos que se acercaban a una cuadra.
Abrí la puerta y las esperé en el umbral.
El “demonio de ojos azules” entro como un rayo, y se aseguró el control remoto. Después entraron la mayor y mi mujer parloteando no se qué.
La “gordita” del medio, que venía medio rezagada como siempre, comiendo un chocolate, llegó me saludo con un abrazo  esponjoso, me dio un beso y me dijo.
-          Pa, viste los truenos que había anoche, eran terribles. Le pregunte a mamá, pero vos sabes más ¿Qué eran?
-          Son nubes que chocan y hacen ese ruido. Le respondí mientras me la despegaba del abrazo.
-          Mamá me dijo eso, pero yo no le creo. Para mi sonaba a algo golpeando contra una pared, las nubes no hacen esos ruidos, son esponjosas como yo, y yo no hago ese ruido. Eran piedras contra una pared, estoy segura.       
Nuevamente abrace su esponjoso cuerpo y de la mano  la entré a casa.


De vez en cuando, dios y el diablo juegan a los dados y apuestan, pero a diferencia de las apuestas regulares en este caso los que siempre pierden o ganan son otros.
Solo es un juego de azar. Por lo menos eso dicen…….
q ves cuando no ves?

pd: Un pequeñisimo homenaje.

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