-
Pá. ¡Yo no subo nunca más! La última vez me caí,
me golpeé y lloré mucho.
-
Los hombres no lloran. Vos vas a subir y te
vas a caer tantas veces hasta que te
salga. Así aprendí yo y así vas a aprender vos ¿Sabes por qué? Porque sos tan hombre como tu hermano y como
yo.
-
Má. Tengo miedo. Mejor me quedo en el hotel
-
No querido, acá vinimos todos a disfrutar.
Todos. Así que como te dijo tu papá vas a subir y vas a ejercitarte como lo
hicimos todos. Ya vas a ver el instructor te va a ayudar. Y por favor no me
vengas con eso del miedo, ya sos un nene grande.
A los hermanos ni les
preguntó, ya andaban en otra. Aunque al pasar oyó un disimulado, ¡Cagón!
Los cinco salieron del hotel. Apuraron el paso, atravesaron la nevisca fría y rápidamente se
metieron en el restaurante. Papá y mamá
tomaron asiento junto a sus dos hijos adolescentes al lado de las leñas en
llamas. El mas chiquito, un morocho de nariz colorada, rulos indomables e
inquieto como un conejo, salió a matar el tiempo de espera la calle.
A papá siempre le
gustaba comer comida fresca, recién hecha, y eso siempre llevababa un tiempo de
espera extra. Pero como a los niños eso no les importa, y siempre siguen sus
propias reglas el pequeño aprendiz de demonio, desoyendo gritos moderados,
escapó y de cabeza se clavó en la blanca
capa.
Abrigado como un muñeco. Duro y sin una pizca de hambre rápido se puso a jugar entre monigotes de nieve y bolas frescas.
El lugar se encontraba abarrotado de turistas apurados por
volver a las pistas de esquí. Todos ellos, presos de un vértigo de ciudad, azuzando
a los empleados, que tragando orgullo se deslizaban entre las mesas ansiosas. Pero
papá siempre jugaba fuerte su importancia de empresario alfa y en segundos llenó
la mesa.
A los empujones, mezclando
quejas y mocos, metieron a “Rulo” y lo sentaron a la mesa. Pero el gnomo estaba
en otros temas. Perdido a través del cristal. Ensimismado y confundido, miraba
aquello que nadie quería ver.
Cruzando el hielo y caminando en esa mezcla de barro,
agua nieve y restos, que siempre hay en
esas calles, un anciano bastante raro venía a tranco lento. Asustaba y era
extraño.
Arrastraba esforzado a su trineo y en él, como en una
siesta pueblerina retozaba un can viejo. Tanto o más que su dueño. Es que
cuando un animal entra en sus últimas siempre se le nota más.
El perro, una mezcla
de Malamute, lobo, y comadreja, acurrucaba su cabeza limpia de dientes dentro de una mantilla roída, agujerada por
doquier y sin signos a la vista de pulcritud. Su jefe le venía en saga.
Envuelto en pieles viejas de animales improbables, y
enmarañando la barba en sus largos cabellos grises. Caminaba cansado, como
pensando cada paso, y con ello ganando metros con un esfuerzo supremo.
Haciendo malabares cruzó entre dos camionetas feroces y
por fin aparcó el trineo a la par del salón comedor.
“Rulo” sin probar bocado lo miraba ido.
“Don pieles” le
dio una caricia con sabor a ángel a su animal, le acomodó la manta y sin
dudarlo se metió al lugar. Caminó dentro
del asco y las miradas, pero inmune se dirigió a la barra y de allí retiro una
olla con desechos. Sobras para unos manjares para otros.
-
¡Qué repugnancia de tipo, todo sucio!- esbozó
mamá lo suficientemente fuerte para ser festejada
Y todos pero todos asintieron.
Salvo aquel que medía algo más de un metro. Él miraba
todo como un pollito recién salido del cascaron. Con tanta duda como asombro.
El viejo se sentó en el cordon helado, alzó al animal y
mientras despedazaba las delicias separando la carne del hueso. Con una ternura descomunal alimentó a su
peludo socio y solo después de comprobar la satisfacción del animal comió los
restos de los restos.
Mientras tanto a tras el vidrio congelado y comiendo a la
fuerza “Rulo” observaba atento.
Cuando por fin terminó el almuerzo a la intemperie de
manera increíble el can saltó de su lugar y se instaló frente al trineo. El
hombre lo ató, se montó, tapó su cuerpo con la manta y le dio una orden.
Los músculos del animal se tensaron a punto de estallar.
Las venas se le inflaron, cada pesuña se hundió en la nieve y lento, tan lento
como habían llegado arrastró el trineo y comenzaron la retirada.
El pequeño no resistió la tentación de preguntar. Aun con
temor pero impulsado por algo fuerte, y antes de que pudiese ser cazado por su
mamá o por alguno de sus hermanos, huyó y los alcanzó. Raro, muy raro ya que él
siempre tenía miedo, y realmente ese personaje lo daba.
“No tengas miedo somos un equipo”- murmuró dentro de su barba
el personaje ni bien detectó al borreguito petrificado a su lado- “él tira, y yo
voy confiado. Yo tiro y él viene de la misma manera. Solo somos un equipo. En
las buenas y en las malas”- y antes de
terminar, de decir el remate, vio
la oreja colorada del pequeño siendo arrastrada de vuelta a al calor.
Como era de esperar, en silencio y pensativo “Rulo”
soportó valiente los retos de todos y cada uno. Insultos, gritos, algún
cachetazo y la tan temida anulación del postre. Y de no ser porque nadie se
quedaría junto a él a retenerlo en su cuarto, de seguro perdería también un par
de subidas y bajadas. Aunque pensándolo bien eso no sería un castigo.
Cuando la cosa se calmó, y mientras todos se aprestaban a
calzarse la ropa de esquí, el nene rompió la veda impuesta a su boca y lanzó
unas palabras.
-
¿Qué es un equipo?
-
Pavote, ¿no sabes lo que es un equipo?- contestó
su hermano mayo un adolescente de tantos granos como humos- esto es un equipo-
y le mostro el conjunto de aparetejos
que se comenzaba a calzar toda la familia. Guantes, botas, gafas, abrigo.
-
No tarado, él pregunta otra cosa. es chiquito
pero no bobo- interrumpió la hermana- un equipo es un grupo de personas que se
juntan para ganar algo- y mirando a su hermano mayor añadió- ¿ves estúpido?,
eso es un equipo.
-
“Rulo” ambos tienen razón-dijo el papá- un
equipo es algo o alguien que te hace lograr lo que vos queres ser - como mis
empleados que forman mi equipo de trabajo, y todos se esfuerzan por mí- y
agregó apurando el tramite- ahora vestite que te llevo con el instructor para
que de una vez por todas te largues por la pista solo y dejes e lloriquear cada
vez que te suelto la mano mientras bajamos la montaña. Es hora de que te hagas
hombre.
Dudando, “Rulo” se acercó a la mamá y le preguntó lo
mismo. Claramente no entendía.
-
¿Un equipo? Bueno hay muchos tipos de equipos, y
hay para todo. Es una pegunta difícil de contestar y más para un chiquito. Cuando volvamos lo
buscamos en internet y te muestro. Y dale, apurate que vas a atrasado. Todos ya
estamos listos y para variar esperándote.
Cuando el instructor le soltó la mano tomó coraje. Sabía
que esta vez podía lograrlo, sabía que debía ser como todos. Recordó su
incidente vespertino y que a pesar del susto se había acercado al viejo
asqueroso y como le había dicho su papá “los hombres no lloran ni tienen miedo”
Dentro suyo sintió la voz de todos los que lo esperaban que de ese paso. Pensando en su
nuevo valor y haciéndose fuerte se dejo deslizar por la pequeña
pendiente. Porque a veces el coraje aparece de la nada y te empuja.
Primero lento, y luego cada vez más rápido. Hasta que
como todo niño una vez que tomó confianza se animó y se lanzó por completo. Casi
como su papá y su hermano que en otra pista descendían a toda velocidad. O como
su mamá charlando con unas amigas mientras se movía en pendiente. Y hasta como
su hermana, que apoyada en una reja charlaba con unos chicos.
Y “Rulo” venció al miedo y como todos aprendió a
esquiar. Fácil. Esas fueron sus mejores vacaciones. Las mejores de su vida. Disfrutó
bajando y subiendo. Paseando, caminando, tirándose y corriendo por la montaña
blanca, y de paso se hizo hombre. Él fue valiente aun cuando no lo esperaba.
Pasa. Siempre pasa así. Algo viene, te da coraje y lo logras.
-
¿Ves cabezón? No hay que tener miedo. Aunque
creas que no lo podes lograr, vos como el nene del cuento, como “Rulo”, vas a
tomar valor y vas a poder dormir sin luz. Pero eso sí, quedate tranquilo, yo me
quedo con vos. No voy a dejarte hasta que te sientas seguro. Hasta que puedas
solo, yo te cuido.
En silencio apagué la luz del
pasillo y me tire en su pequeña cama. Con las patas afuera y acalambrado.
Mi pequeño dio un par de vueltas
intranquilo, se levantó despeinado un par de veces y volvió a recostarse. Me tomó la mano fuerte, por fin apoyó su
cabeza en mi pecho y se durmió.
Cuando comencé a moverme para escapar
del calvario de esa cama mínima, susurrando y a punto de dormir escuche su
vocecita. Finita y somnolienta.
-
Pá, cuando vos seas grande como el abuelo quedate
tranquilo.
-
¿Por qué lo decís?- pregunté un tanto dormido.
-
Porque yo te voy a cuidar a vos. Porque somos un
equipo. Nosotros somos un equipo.
Y sin más volvió
acomodarse y cayó rendido.
Al rato lo dejé. Yo salí a fumar con los ojos rojos. Él
quedó dormido.
En paz, seguro,
tranquilo y hecho todo un hombrecito.
Definicion de equipo segun la Rae:
Grupo de personas organizado para una investigación o servicio determinado.
Grupo de personas organizado para una investigación o servicio determinado.
Conjunto de ropas y otras cosas para uso particular de una persona, y, en especial, ajuar de una mujer cuando se casa. Equipo de novia, de colegial, de soldado, etc.
Colección de utensilios, instrumentos y aparatos especiales para un fin determinado. Equipo quirúrgico, de salvamento.
"Usa la que te guste"
Q´ ves cuando no ves?
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