Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

lunes, 28 de enero de 2013

Jirafas del pasado

A donde van los trenes?

Uno de los muchos recuerdos que aun conservo de la infancia, se lo debo a los trenes.
Muchas tardes, cuando regresaba, de la escuela a casa pasaba por el negocio de mi viejo a molestar un poco. Me veían llegar y se preparaban para el terremoto.
 La verdad es que era un tipo bastante inquieto, y por demás travieso; es así que cuando me volvía completamente insoportable, mi abuelo Noaj, me agarraba firme con sus manazas gigantes de carpintero y me llevaba a la vía a ver pasar los trenes.
Nada del otro mundo, el se sentaba a mi lado ,tranquilo como un monje, y yo saludaba o cada uno de los trenes que pasaban rutinariamente por la línea frente a mi.
Particularmente me gustaba ver bajar a la jirafa (como yo por entonces llamaba a la barrera)  y  esperar la sirena que me indicara el paso del tren. Y ahí venían a lo lejos las formaciones aullando, flamantes poderosas y rabiosas. Escupiendo piedrecillas y ruidos estruendosos.
Cada dos o tres días íbamos a las vías, es mas aun recuerdo mi primera desilusión. Al bajar la jirafa y ver pasar solo a una locomotora famélica de vagones.
Muchas veces fuimos a las sendas, hasta que por fin, ese pequeñín rubio de flequillo y paciencia minima e indomable se decidió por una pregunta inusual…

-         Abuelo? Donde van los trenes? Le espete en seco.
-         Van a sus casas, se van a dormir después de cargar a la gente a sus trabajos. Contesto co su in disimulable acento centroeuropeo. Y agrego al pasar.
-          Cuando vos vas dormir, ellos duermen solo que se despiertan mucho antes y se quedan despiertos casi tan tarde como vos.
-         Entonces, no descansan nunca?
-         No, no descansan trabajan mucho y casi sin parar.
-         Guau!!, eso si que trabajar y mira que pasan rápido , que fuerza que tienen.
-         Es que hacen su trabajo con ganas, como debe ser. Ayudan a la gente.
Y yo le creí.
Con la inocencia de un niño, siempre me preocupe por los trenes sin notar a las personas que viajaban en sus entrañas.

Hace poco y bajo un solo que me martillaba el casco, recordé aquellas anécdotas de la infancia.
Esperando frente a una “jirafa” , vi  pasar nuevamente a aquellos gusanos cargados de personas en sus fauces, en sus lomos y en sus entrañas y reviví un poco aquellas tardes de verano. Solo que esta vez decidí preguntar nuevamente por otros rumbos.
Llegue a casa y le pregunte a mi mujer.
-         Hacia donde van los trenes? .Me miro cansada, pero cortésmente me contesto.
-         Hacia la próxima estación. Una lógica implacable.
Al rato paso mi cachorra mayor, casi adolescente y le repetí la misma pregunta.
Me miro con algo de piedad, ya sabiendo lo que venia  llegar,  pero complaciente con el “viejo” igual me contesto.
-         La verdad es que no se. Nunca me fije ni pregunte, solo veo que se pierden lentamente a lo lejos, supongo que van a buscar gente ¿no?
Con la pregunta grabada en la mente, fui a la habitación de mi cachorra del medio, la gordita, y se la hice.
Para variar y desde el centro de sus juguetes me miro, sonrío, y con una inocencia brutal me dijo.
-         que trenes pa? Yo nunca vi ningún tren pasar.
-         Los de las vías, gordita. Los que están todos pintados.
-         No se papi. Se van a la playa?
No se por que me sonreí.  Quizás recordé mi primer viaje en tren hacia la eterna ciudad de mis vacaciones o quizás por la simpleza de su respuesta.
Cerré la puerta en silencio y me fui en busca del demonio de ojos azules, mi tercer cachorro.
Lo detecte inmediatamente en medio, de una zona de desastre, jugando en la computadora.
Decime “pucho”, a donde van los trenes  ?
Ni me miro.
O no le importo mi pregunta o no le importo mi presencia ya que sin sacar los ojos de la pantalla me contesto a disgusto.
- A la tele o a las películas. Ahí están los trenes.
Y sin otros comentarios paso a otro nivel en el jueguito.

Me quede un rato en la cocina solo,  en silencio.
Mi fiel compañero se acerco y me empujo con intenciones claras.
Agarre la correa y me fui a la calle con Lemy. A caminar un rato y a despejarme.
 Lemy feliz.

Al otro día, mientras esperaba frente a una “jirafa” mire a mi alrededor.
Demasiado sol.
Un camionero transpirado  protestaba por la demora en la espera. Una señora retaba a su hijo, que estaba enloquecido en el asiento trasero, detrás de unos vidrios polarizados. Un colectivo amagaba sin espacio, una y otra vez a pasar.
Otro motoquero se mandaba sin esperar. Un heladero vendía a los gritos infructuosamente su mercadería. Dos chicas jóvenes, de un pequeño y lujoso auto negro, mandaban mensajes por el teléfono a velocidad luz. Un hombre canoso y bien peinado, en un auto enorme y carísimo, bufaba y protestaba en silencio. Dos obreros en un auto destartalado abrían sus puertas para mitigar el calor mientras tomaban unos mates. Tres vecinas con bolsas, charlaban y gesticulaban entre ellas. Un taxista ojeaba el diario.
Todos en lo suyo. Con los ojos perdidos.
Hasta que el viejo gusano cargado a paso lento y cansado se perdió en su ruta. Lleno, veterano y desmoronado.
Creo haber escuchado festejos.

La “jirafa” cansada por fin se levanto.
 Todos comenzaron aliviados a pasar.
 Yo por mi parte me tome un segundo, estacione a un costado y creo que haber visto allí  en la bruma solo por un instante, en una tarde de verano, a la vera,a un chiquillo rubio con su abuelo.
 Los dos en silencio.

Ahora, que lo pienso bien, no se donde van los trenes y no creo que lo vaya a saber jamás.
De niño todo era mucho más simple.



q ves cuando no ves?
 
 
  




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