Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

martes, 13 de agosto de 2013

El viejo Manrique.


Es bien sabido, que cada barrio porteño tiene su mito urbano. Mitos que generalmente, se conocen o se cuentan de boca en boca, que van de generación en generación, y que generalmente surgen difusamente en el tiempo, casi por casualidad y se convierten en verdades indiscutibles entre quienes los conocen. Verdades generalmente ocultas entre la gente, y que solo son reveladas a los habitantes más antiguos o mas crédulos de cada partícula de la ciudad.
Algunos alumnos de la escuela, El Salvador, de Mataderos, juran y perjuran que en uno de baños se escuchan mugidos de vaca y pasos de toros embravecidos, y justamente allí funcionaba hace muchísimos años el predio de un matadero. Otros, vecinos del barrio de Once, aseguran sin dudar, que, especialmente por la noche, un gigante vaga por las calles salvando a los mejores vecinos del barrio y condenando a los despreciables. Hasta aseguran que aquel gigante es una suerte de “Golem” creado por algún rabino de los muchos que pululan por la zona. Hay, hasta testimonios escritos, de gente que fue salvada por la fascinante criatura de tres metros de alto, y de aspecto medio bobalicón.
 Esta también la leyenda de la manzana perdida en “Parque Chas”, que aparece y desaparece como una nube de verano o el castillo embrujado de Villa del Parque, donde dicen, se escuchan los movimientos del baile de los novios, que previamente fueron arrollados por el tren antes de llegar a sus fiesta de casamiento en el mismísimo castillo ( les cuento que pase, grandes horas de mi infancia paveando dentro del famoso castillo y nunca vi nada), pero conozco personalmente a mas de uno que me asegura sin dudar, haber escuchado oscuras melodías de vals  salir desde el castillo en alguna noche sombría.
Mitos y leyendas, hay en todos los barrios y para todos los gustos. Y aquí llegamos.
Recuerdo haber escuchado de chico, alguna vez, que entre Paternal y Villa del parque, se mueve, como nómade en el desierto “el viejo Manrique”.
Una especie de fantasma, o espíritu que vaga desde tiempos inmemoriales por el barrio, con tres o cuatro canes como escoltas y socios, y que le roba la memoria a quien se lo cruce o a quien lo busque. Y así, con la memoria de la gente y con sus recuerdos puede vivir eternamente. Dicen que carga con los recuerdos más hermosos y con los más tristes, y que a cambio te da mucha prosperidad y  mucho éxito,  como una piedra de oro en la espalda. Cuentan algunas viejas, como Ana mi vecina de enfrente, que “el viejo Manrique” es una especie hibrida entre ángel y demonio. No saben si es una criatura del infierno o del cielo. Sobre esto hay varias teorías desarrolladas, pero todas son confusas y erráticas. Como su existencia, después de todo es un mito.
En general él busca, o lo buscan. Adultos inconformes, desesperados, tristes con su situación, o aquellos alterados en busca de fama, dinero y éxito, son sus victimas naturales. En especial aquellos que creen en él.
 Los niños no son sus víctimas ya que casi no poseen recuerdos claros y son de pensamientos bastante caóticos y desordenados, y ”el viejo Manrique” necesita orden para acomodar los recuerdos y juntarlos dentro suyo, necesita detalles, olores, sabores, colores y fundamentalmente recuerdos concretos y sólidos, que puedan ser devorados. Esa es su comida y la razón de su supuesta inmortalidad.   
Algunos dicen que conoce a todos los habitantes del barrio, uno por uno, nuevos y viejos, recién llegados y lugareños y que generalmente se presenta ante aquellos que lo buscan, pero… también escuche testimonios, de muchos que se lo encontraron por azar, por casualidad y que solo gracias al miedo, pudieron escapar. Pero eso es solo una teoría de las tantas.
A veces, “el viejo Manrique”, negocia con su victima, otras simplemente cuando el desprevenido se encuentra indefenso, simplemente le roba su memoria. Eso sí, siempre cumple con sus tratos y a cambio, les da una vida llena de riquezas sin pasado.
O acaso la frase: “Fulano, desde que hizo plata, se olvido de todo, de su familia, de su casa, de sus orígenes”, no les resulta conocida?
Personalmente, conozco a más de una víctima del “viejo Manrique”. Aunque estos ni recuerden quien es, ni quien soy yo.   
Resulta que el lunes al medio día, tenía que hacer tiempo. Volvía de  Agronomía y me sobraba media hora, así que cruce la barrera de la calle Marcos Sastre, y estacioné la moto al pie del puente peatonal que cruza  a cien metros las vías del tren.
Siempre me gusto la calle Ricardo  Gutierrez a esa altura,  solo entre el 2600 y el 2800.
La calle parece sacada de un cuento de Edgar Allan Poe, es una mezcla de postal terrorífica y romántica. De un lado, árboles desmalezados, embrujados y boscosos, que parecen querer atraparte con sus garras huesudas, con sus raíces rompiendo cual gusanos aquí y allá el pavimento desparejo, como buscando aire; del otro lado la reja carcomida de las vías del tren, llena de agujeros y basura acumulada de años. Un puente peatonal de acero y cemento viejo, y peligroso,  cruza de un lado al otro, haciendo de faro para los transeúntes y para los trenes. La fantasía perfecta del suicida. Solo para valientes u osados, especialmente por la noche, en la absoluta oscuridad, con una lámpara amarilla oscilando al viento.
  La calle, algo abandonada y sucia, pero silenciosa y tranquila, como si fuera una calle de pueblo o campo viejo, con los clásicos mechones de pasto amarillo creciendo aquí y allá. La vía del tren la corta en dos, partir de una barrera que la separa al medio en el camino, como un hachazo desparejo. De un lado de la vía, Ricardo Gutierrez es una callecita finita, empedrada y antigua, casi un pasaje colonial, pero al cruzar se vuelve exageradamente doble mano, por solo  dos cuadras, a pesar de que casi no pasan autos, para morir nuevamente en la barrera posterior a solo trescientos metros, cuando serpentenado se cruza a la Av.Nazca. Siempre fue una calle solitaria y algo tenebrosa, por lo menos esas dos cuadras, casi arrancadas de algúna fábula. Hasta se escuchan los pájaros revolotear como cuervos.
Es más, recuerdo que en esa calle vivía el personaje principal de la novela que escribí a los veintipico de años, Samael. Novela que fue al fuego junto a algunos sueños, cuando solo me faltaban dos o tres paginas para terminarla.
 Donde hoy hay un hipermercado mayorista, había un gran baldío cerrado. Una especie de cancha privada, donde algunos amigos del barrio nos juntábamos a pelotear luego de saltar la muralla periférica, que aún hoy rodea el predio. Siempre nos colábamos por algún hueco disponible y dejábamos las bicicletas en la calle, pero a mano, por si algún vigilante  nos retaba y rajaba del lugar.
 Con el tiempo, esa fortaleza se convirtió, en el lugar en el que robe algunos primeros besos juveniles y donde recibí las primeras palizas celosas. No era fácil, ser  rubio y ojos verdes  en el barrio bravo.
Me senté al abrigo del sol un rato, y saque de la mochila un par de sándwiches de miga, y una botellita de vidrio que había comprado a media mañana. Y me dispuse a picotear algo antes de seguir. De pronto, un perro, peludo, gordito, petiso y simpático se me acerco afectuoso, moviendo la cola como si yo fuese su dueño.  
Como saben, tengo debilidad, por los perros, así que corté un pedazo de sándwich y se lo dí. Lo comió de un bocado y alegre se acercó por un par de caricias, al rato aparecieron dos colegas más en busca de un premio.
El primero era grandote, negro y casi sin pelos, con cara de malo y dientes desparejos; el otro era rengo y algo más chico, pero entrador y juguetón. Demás esta decir adonde se fue mi almuerzo. Los perros, en confianza se acercaron, y juguetearon conmigo un rato, hasta que de pronto y como respondiendo a un llamado misterioso, desaparecieron de mi vista y me quede solo. O por lo menos eso creí.
-          ¿Como estás, Ale?- me dijo “el viejo Manrique”- hace rato que te espero, se ve que te mudaste y ahora volviste al barrio ¿no?
-          Si-  Respondí lacónico y algo asombrado.    
El “viejo” me relojeo de arriba a abajo y sin dudar me despacho directo.
-          Te recuerdo de chico, volando entre los matorrales en tu bicicleta “Aurorita” azul y verde, con esa lucecita puesta adelante, el farito aquel que habías puesto en la rueda delantera, ese farito que te regalo tu noviecita de la infancia para tu cumpleaños. Te acordás?
Si, me acordaba perfectamente de la bici, del farol y de la noviecita, ya que era el único, que tenía ese farol que cuando lo girabas y lo pegabas a los rayos de la bici, hacía un efecto dinamo y prendía una luz amarilla. En ese entonces, yo siempre iba adelante del grupo ya que era el único que la tenía.
-          También te recuerdo, filtrándote con alguna chica, y también cuando te agarro el novio y los amigos, de esa chica. Yo me acuerdo de todo, tengo una excelente memoria. Además, “Banana”, tu compañero de grado, el grandote con cara de bobo, hizo un trato conmigo.
Recordé al “Banana”, antiguo compañero de grado, altísimo, panzón y culón, con cara de agua, y ahora un súper empresario del rubro automotriz, un pibe por el cual no hubieses apostado un peso,  y ahora jugaba en otra liga.
-          Entonces, ¿cerramos o no? Veo, que dudas así que te cuento un poco, como sería el trato que vamos a firmar. Vos me das tus recuerdos y yo te doy prosperidad infinita. Pero no te preocupes, no es que vas a llegar a tu casa y te vas a olvidar de todo. Va a ser algo paulatino y de a poco, hoy como siempre vas a volver y en ves de levantarte a medianoche a vagar por la casa, vas a dormir como un bebe sin preocupaciones ya que esta todo en mis manos. Mañana te vas a despertar relajado, sabiendo que la mano te va a cambiar para siempre, vas a trabajar relajado y el dinero va a empezar a fluir a ríos. Tus deudas, las vas a pagar sin dificultad y es lo primero que vas a ir olvidando. La deudas y a aquellos que te prestaron el dinero, cuanto más tranquilo estés, también vas olvidar a aquellos que te ningunean en la mala y a aquellos que te ayudan. Vas a tener nuevos amigos, a tu nivel, el barrio también va a quedar atrás, te vas para arriba, a un barrio mejor, lleno de edificios, piletas y cocheras; quizás algún country, y ese va a ser tu nuevo hogar. La familia?... bueno como sabes, eso va y viene, y te vas a ver esporádicamente con los que estén a tu nivel y al tiempo, muchos quedaran en humo. Los chicos van a cambiar de amigos y a hacer su nueva historia, y las peleas con tu mujer van a ser pasado, ya que ahora serás otro hombre, otro proveedor. El tiempo rápidamente te va a acomodar en otro lugar y así, sin sentirlo te vas a convertir en otra persona. Alguien totalmente nuevo. Flamante. Vas a volver a dormir y vas a estar cansado de tanto trabajo y tan bien recompensado. En un año, máximo, vas a ser otro. Hasta quizás, puedas se amigo de el “Banana”. Total, ¿Qué es un puñadito de recuerdos? Un nuevo auto, una súper moto, viajes tranquilos, a cambio de dos o tres sensaciones de dos o tres olores. ¿Cerramos o no? Mira que no soy de ofertar muchas veces, pero vos me interesas mucho.
-          Es, que tengo que pensarlo un poco, me agarras sin aviso. Encima tengo que volver a trabajar.
-          Por eso no te preocupes, el tiempo esta detenido, y si cerramos, el trabajo no va a volver a ser un problema, va a ser historia, otros van a trabajar por vos. Dinero haciendo dinero. Es fácil, fírmame aquí y tomate un traguito de esta botella y listo. Sin dolor.
El viejo, me extendió una botella de ron negro, y un papel machucado. Sabiendo que el trato estaba casi cerrado.
Estaba por agarrar, cuando algo me llamo  la atención, un resplandor tenue, en una pequeña pared sobresaliente, en una esquina del viejo baldío, que ahora era supermercado. Algo centello allí dentro. Le pedí un segundo al viejo y él acepto a regañadientes.
Me metí en un pequeño pasadizo terroso y pajonal, que no había sido derrumbado por el supermercado y camine un metro entre los yuyos. Y ahí en ese recoveco encontré la señal que necesitaba.
En esa pared, roída, figuraba mi nombre y el de todos los pibes del barrio. Era la pared, donde esculpíamos nuestro testimonio para el futuro. “La pared de los pibes”, que aun con el paso del tiempo y las construcciones se mantenía firme e intocable, escondida detrás de la mole del supermercado. Alguien se había apiadado y no la había tirado en el momento de la construcción y había construido una pared paralela, milagrosamente se mantenía testimonial ahí, con mi nombre y el de todos aquellos que pasaron por allí, todos y cada uno de los nombres, apodos y fechas. Muchos más de los que podía recordar, hasta algunos desconocidos que siguieron tallando después de mí.
"ALE 85", rezaba la pared.
Cuando salí, algo embarrado, el viejo ya no estaba.
Volví a la moto, conté las monedas que había en mi bolsillo y me puse a hacer cuentas.
Mañana vence el seguro del auto y el cable, y todavía no junte ni la mitad de la plata. A meterle pata nomás.   
Dicen, que  es como el tango y la muerte, “el viejo Manrique”, siempre espera.


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