Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

lunes, 26 de agosto de 2013

Novios de la noche.

Como en un “Tetris” a toda velocidad, la semana se me pasó incomoda. A veces pasa.
Las piezas del juego van cayendo rápidamente una sobre otra, y cuando crees que lo podes ir armando parejo y sin problemas, alguna ficha se te cuela desprolija sin querer y te comienza a incomodar el juego, y a partir de esa ficha en mala posición las demás empiezan a caer rápido y sin darte cuenta estas tratando de zafar a media pantalla, tirando piñas por aquí y por allá. De pronto, algún cuadrado se te apila mal y a partir de allí, empieza una infernal carrera para zafar, estás jugando incomodo en un segundo y aunque puedas seguir armando las filas algo más parejo, sabes que te quedo un hueco vacio por allí, y eso no te deja jugar fluido y apacible.   
No se que ficha se desacomodó, pero algo encastró desparejo y me incomodó el resto de la semana. Quizás algo insignificante, un pequeño segundillo al azar; un comentario a destiempo, lo que sea que haya pasado, me hizo “jugar el resto del partido en una pierna” y terminé pidiendo la hora jugando con todos los jugadores dentro de mi campo (recurro a una pequeña metáfora futbolera, que la mayoría espero entienda). No es que hayan salido mal, las cosas, de hecho solucioné un par de problemas que venían arrastrando hace tiempo, pero la semana en un abrir y cerrar de ojos se fastidió sin razón aparente, como les decía, a veces pasa.
La noche del domingo al lunes la clavé sin problemas y a pleno, lo que indicaba una novedad y la grata noticia que el té mágico que me recomendaron para dormir funcionaba. Ya el lunes por la noche, el efecto comenzaba a menguar, y el martes era inocuo. Evidentemente mi cuerpo genera interesantes anticuerpos contra la relajación y a “la mosca en la oreja” le gusta joder aunque la intente dopar. Miércoles por la  noche, otra vez a vagar por la casa. Como dicen los viejos boxeadores antes del knock out, el cerebro es el que decide cuando caer y cuando seguir de pie, deja ocuparse de la pelea al cuerpo pero cuando la cabeza se gira demasiado simplemente decide y dice “ok, socio hasta aquí llegaste ahora me ocupo yo y te pone a dormir”. En mi caso igual, el cuerpo se ocupa de la pelea, y como de los boxeadores, el cerebro le dice a mi cuerpo “ok socio, hasta aquí llegaste a hora me ocupo yo” y como a un resucitado me expulsa de la cama. Ni  los tecitos mágicos, ni las corridas junto al perro, ni algún que otro vaso de whisky, ni nada por el estilo. El cerebro manda y se hace cargo. Es el matón de la cuadra.
Y es allí donde me ves saliendo a hurtadillas de la casa, un jueves tipo tres a.m, montando a la “chancha”, una moto grandota y musculosa, que me dejo un amigo para reparar de onda y aprovecho para sentir a pleno en el silencio de una noche que devora a toda una ciudad. Se arrastra hasta la esquina y recién ahí, se prende el motor, que dispara un sonido tipo mortero pesado sin disimulo  ni rencor por despertar a alguien. Dispara parejo  a diestra y siniestra por la calle Elpidio Gonzalez, mismo camino que tomo cada mañana cuando monto al “demonio de ojos azules” y lo llevo emponchado y encascado (si se me permite el termino) al jardín, entre somnoliento, bamboleante y despabilado, para no caer.    
Cada mañana, cuando paso temprano con mi “socio”, rumbo al jardín de infantes; antes de llegar a Segurola, bordeo por una placita detrás de la cancha de All Boys”. Recuerdo que allí, hace algunos años habían un par de baldíos gigantes donde entrenaba con mi equipo de futbol. Dos grandes manzanas deshabitadas, que el tiempo transformo en una escuela, un centro de jubilados, con cancha de bochas incluida, y una coqueta y bastante bien cuidada plaza, típica de barrio. Es más hace un tiempo comencé a pasear a “Lemy” por allí por  las noches después de comer, aprovechando que esta casi vacía y el riesgo de una “batalla” con otro can se hace improbable. Esta linda la placita y es apacible y tranquila. Siempre hay mojones de pibes sentados por el pasto de a grupitos de dos o tres y hasta la “barra de All boys”, que se junta allí, ya me reconoce y saluda. A mi y a mi perro “rati”.
Como andaba, al viento y sin destino, amarre allí. Un lugar tranquilo y cerca de casa.
Solo para estar un rato y volver a la cueva.
Sí en general, la plaza esta vacía por las noches, a la madrugada ni les cuento. Para colmo una inusual ola de frio antártico invadió la ciudad por la noche y congelo todo. Hasta el pasto estaba cubierto por un delgado matiz blancuzco
Estacioné la moto en una esquina y bajé un rato. No pensaba quedarme mucho tiempo. Solo era una “escapada” para refrescarme un poco y enfriar el bocho.
Mecánicamente enfile derecho, sabiéndome solo, y encare para los banquitos que están en el centro. El plan era sencillito, fumarme un cigarrillo en silencio, a calmar la cabeza y volver a dormir. La misma rutina de tantas veces, pero esta vez afuera, como para cambiar un poco tanto embotamiento.  
 Como contaba, enfile directo al centro de la plaza.
Para mi sorpresa, no me encontraba solo. En un banco, cerquita de los maceteros llenos de flores y bajo un faro amarillo, estaba sentada sola, una chica de unos veinticinco años. Se la veía tranquila y serena. Vestida simple, con una remera blanca escapando bajo un buzo tipo canguro negro, zapatillas tipo botitas y un jean algo gastado en las rodillas. No estaba tan abrigada como la noche lo indicaba, pero aun así se la veía cómoda. Es más, me vio venir y no se preocupo en lo más mínimo. Me vio pasar delante de ella y tranquila me echó una ojeada y siguió en lo suyo. Creo que estaba escuchando música.
La verdad es que me sorprendió y me incomodo. No esperaba encontrar a nadie allí, a esa hora y menos con ese frio filoso. Menos aún asustarla, por eso al pasar frente a la piba, la salude con un cordial “hola” y seguí hacia un banquito algo alejado para no meterle temor. No me hace falta aclarar que una piba sola en una plaza a eso de las tres, es medio peligroso.
Supuse por un instante, que estaba esperando al novio, y que yo les estaba arruinando la noche, así que instintivamente hurgué como pude entre la oscuridad, pero ni una sombra se movía por allí.
Me senté, verifiqué tener los documentos a mano por si pasaba algún patrullero, y cuando estuve seguro, me prendí un cigarrillo, siempre atento a la piba que en diagonal a mi tarareaba en silencio. Intente abstraerme, fumar un rato, despejarme y volver a casa, así que cerré los ojos un segundo, aspiré una bocanada de humo, estiré las piernas y me dejé llevar un rato mientras miraba las estrellas, que desde las plazas y dese los cementerios parecen más.
Habrán sido dos o tres minutos, cuando su voz suave me arrancó del extravió.
-          ¿Sos nuevo acá? Nunca te vi antes.
Tenía una cara dulce y blanca, llena de pequeñas pequitas marrones, pelo algo ensortijado entre  almendra y café. Era delgada y algo atlética, pero de postura arrabalera y desafiante.
-          Hola…, hola…. ¿sos nuevo por aquí? Me repiqueteo con suavidad.
-          No, vengo seguido. Lo que pasa es que vengo más temprano a pasear el perro, tipo diez y media.
-          Diez y media? Que horario raro. Y después ¿te vas y volvés?
-          No, en general no vuelvo, hasta el otro día.
-          ¿Qué raro? ¿No?
-          ¿Qué raro? ¿porque? Vuelvo a casa y me voy a dormir, o a algo parecido a dormir.
-          Bueno, si vos lo decís. ¿Me puedo sentar a tu lado?
Se sentó antes de que le conteste, y siguió con un mini discurso. La piba olí a rosas.
-          Pensé que conocía a todos por acá, hace tanto que vengo a la noche por un rato, pero bueno… siempre esta bueno ver una cara nueva entre tantos conocidos. Alguien con quien charlar un rato ya que mis compañeros de siempre no son muy charlatanes y vos tenés cara de saberte muchas historias, tenes una sonrisa viciosa, no sé porque pero me parece que sos una especie de contador de historias .¿Es así? ¿O me equivoco?
-          No, no te equivocas, pero me tenes intrigado. Me decís de tus compañeros de plaza, pero acá no veo a nadie, ¿Siempre venís sola? Me parece que es algo peligroso, ¿No te parece?
Sonrió como una ardillita y me dijo.
-          Mira bien, allá entre los arboles más negros, entre los pinos ¿lo ves? Ese que esta sentadito allá es Arturo, viene siempre a la noche y se sienta solo en ese banco. Y ahí se queda en silencio la mayor parte del tiempo, mirando a la nada. Así hasta la mañana, después se va. A veces me acerco a él pero siempre me raja enojado. Es medio gruñón, pero no es malo. Creo que lo hace solo por asustar.
En efecto, sentado en una especie de caverna negra formada entre los árboles se encontraba una silueta mirando  ciego, opuesto a nosotros, en silencio mirando perdido y sin notarnos en lo más mínimo,
-          Pero para. Le dije y agregué.- Siempre venís a la noche acá y ¿Y ¿qué haces?
-          Vengo a buscar novio. Me dijo sonriendo.
Mi incomodidad, le gustó y siguió sonriendo más dulcemente, se acercó a mi oído y me susurro.
-          ¿Conoces a alguien para presentarme? Porque no creo que vos puedas ponerte de novio. ¿Tengo razón? Aunque pensándolo bien, no sería mala idea. Novios de la noche ¿no?
"Para variar, se me pego una loca". Pensé rápidamente. Espero que no sea  de las peligrosas.
-          Y, ¿Tenes a alguien para presentarme?, es que ando medio solita. Me dijo entre sexy e infantil, con ese tono de sirena que a los hombres nos enloquece.
-          Los pibes de allá son unos idiotas y se la pasan jugando toda la noche a la pelota, ni me dan bola.
Acto seguido, me señalo a una suerte de plazoleta isla, que está enfrente, donde unos tres o cuatro pibes jugaban, entre la bruma, a la pelota entre ellos y ni nos miraban. Y yo, para variar no había registrado.
-          Pero, que maleducada soy, ni nos presentamos y ya nos vamos a poner de novios. Me llamo Alejandra y ¿vos?
-          Alejandro.
Le gustó.
-          Mira vos que casualidad, Ale y Ale.
-          Si que casualidad. Le dije medio asustado entre seco y aterrado.
-          Y ¿Qué decís?, ¿nos ponemos de novios?, me gusta tu rostro entre desesperado y sabio. Tenes un rictus interesante, parece  de un nómade, un peregrino, un solitario, y esos ojitos verdes relampagueando de entre tus canas mechadas, me gustan.
Esbocé una idiotez, entre simpática y salvadora y me separe de ella, que sin darme cuenta había avanzado y ya se me había pegado.
-          Mira Ale, es medio tarde y tengo que volver a casa. Mi mujer y mis chicos duermen y tengo que llegar temprano y en lo posible dormir algo. Sino mañana voy a estar liquidado. Por hoy me voy, fue un gusto, grande. Un bote salvavidas.
-          Esta, bien. Pensalo y mañana nos vemos. ¿te parece?, yo voy a estar acá esperando.
 Acto seguido me dio un bezo suave en la mejilla, soltó mi mano, la que había agarrado sin que yo me diese cuenta y me dejó marchar.  
   Me perdí sin mirar atrás, pero seguro que aún me miraba. Prendí la moto. Los morteros rugieron nuevamente y en menos de dos minutos estaba acostado, en mi cama caliente. Creo que algo dormí.
Pasé todo el día pensando y pensando y a eso de las diez de la noche volví como siempre a la plaza a pasear a “Lemy”.
No ocurrió nada raro. La barra de” All Boys”, saludando como siempre, alguien corriendo alrededor de la plaza, mojones de pibes tomando cerveza y charlando. Nada raro. Decepcionante.
 Subí al perro a la camioneta y cuando estaba por arrancar alguien me golpeo el vidrio.
Una viejita estaba parada allí y me hizo alguna seña.
Bajé el vidrio y la escuche.
-          Nene, tene cuidado. Yo vivo acá enfrente y dicen que en la plaza, especialmente bien entrada la noche, hay fantasmas. Yo nunca los ví pero eso dicen. Cuídate de los vivos pero cuídate más de los muertos.
Me tocó la mano, como una abuela y rápido se metió adentro de su casa y me espió por una buhardilla.
“Lemy” jadeaba de sed y yo jadeaba de desconfianza.


De chico me atemorizaban los payasos y los fantasmas….... Aún hoy, detesto a los payasos.
q ves cuando no ves?




pd: "los pibes jugando al futbol" a las tres A:M


No hay comentarios:

Publicar un comentario