Q VES CUANDO NO VES?

Q VES CUANDO NO VES?

lunes, 5 de agosto de 2013

Reencuentro.


Viernes 11 P.m.
Viernes de rencuentro.
En la puerta de casa, abrigadísimo, me subo a la moto negra y la arranco con fiereza.
La “jefa”, me mira desde adentro y me lanza una advertencia.
-          ¿Estas seguro que queres ir con la moto?. Mira que si vas a tomar, es mejor que te lleves la camioneta. Ya no sos un pibe.
-          Tranquila, me se cuidar, aparte no se bien que voy a hacer, así que ándate a dormir tranquila que voy a estar bien. Cualquier cosa mañana a la mañana prende la tele y fijate en las noticias.
Mi acotación demás está decir, no la dejo tranquila pero igual resignada cerró la puerta y le metió llave.

Resulta, que es verdad, ya no soy un pibe, y por eso este reencuentro con algunos viejísimos amigos, aquellos que la vida separó, me resultaba excitante.
No se bien como paso, pero después de un  largo tiempo, volver a tomar unas copas, ir de bares, se presentaba como una bocanada refrescante. Reencontrarme con mi vieja amiga, la noche.
 Después de todo, la real dimensión del paso tiempo te la dan aquellos que hace rato no ves. Te convertís en un extraño conocido. Con nuevas cicatrices y viejas historias.
 Es como mirar unas viejas fotografías, y ahí lejano te reconoces entre muchos. Más flaco, más gordo, con más pelo o más canas, sabiendo que no sos el mismo.
Y aquellos buenos viejos compañeros de calle son como una postal del pasado.
 Algunas cuentas para saldar, alguna cuenta a pagar. Detalles de una línea recorrida a destiempo.
Fuimos un pelotón, ahora deshilachado con el tiempo.
Y ahí…, metiéndome de cabeza en la noche, entre los tentáculos helados del viento nocturno enfilé para san Telmo.
Allí me esperaban aquellos, “nuevos viejos” conocidos, con la llave de la puerta del pasado hermético.

-Dale “boludo”, ¿Dónde estas? Mensaje de texto. -Mira que el bar de la calle Piedras esta cerrado. Te mando la nueva dirección, métele que ya estamos.
Estaba  ahí nomás,  así que gire acelerando por Directorio, me comí un par de puteadas y en cinco estacionaba a 45 grados entre varias motos.
Abrazos, cigarrillos, una nueva pelada, varios centímetros nuevos de panzas, humo mezclado en la oscuridad, un caño y una mujer montada subiendo y bajando, varios tragos de duro whisky sin hielo, algún reproche menor y una distancia a mares separándonos. Casi el mismo tugurio de antaño, casi los mismos chistes, solo nosotros definitivamente cambiados.
Algunos se quedaron atrás y ahí están, fijos en el tiempo, otros irreconocibles mutaron en señores de auto nuevo y trajes de hilo fino, alguno quedó en la caverna y alguno, como yo, ahí en un extraño limbo desconcertante.
Recuerdos de mujeres, de noches olvidadas, de viejas novias, de alguna entrada en la comisaría y de palizas, dadas y recibidas.
La noche, se desplumó en un santiamén y una claridad húmeda, aun pequeña se asomó tímida, entre las sombras de humo y alcohol.
Nos abrazamos y prometimos una nueva reunión, quizás en otros diez años, si queda alguno.
 Tambaleantes, algunos se metieron en sus autos con dificultad. Yo, bastante entero arranque la moto y comencé el regreso. Ya de madrugada.
Solo, con el viento de compañía, ….un cuchillo afilado.

Bajaba por Rivadavia, tranquilo y solitario, sin rastros del mareo que había asomado al salir del bar y toparme de frente con la pared gélida del día en pañales.
 Cabalgando llegue a Plaza Flores y no sé porque paré un segundo a tomar aire y refrescarme, demasiados recuerdos.
 Me prendí, un último cigarrillo.
Artigas esquina Yerbal, a un pasito el tren. 

En una esquina, a unos metros noté las huellas de una batalla épica. Y como el olfato tira, allí fui, como el lobo a la sangre.
Me acerque sigiloso, como siempre, con la moto apagada. Un gato.
Botellas rotas y charquitos de sangre goteando entre mucha basura. Pequeños puños de gente acorralados por aquí y por allá, algunos a los gritos y otros a los llantos. Ni una sirena.
Me acerqué un poco más, y me puse detrás de un par de morochas con más de una noche encima.
-          Se agarraron en la esquina, a la salida del baile. Parece que algún gil, se metió con la mina equivocada y se armó. Vocifero la más alta. De calzas atigradas y flequillo lineal.
-          Y encima saltaron los amigos, que bardo que se armó. Le contesto la de minifalda insólita y desafiante.
-          Que queres, era un bolita en pedo y encima un roñoso, está bien sentenció.
-          Si, hay que matarlos a todos, son todos iguales.
Semejante afirmación me conmovió.
Estaba algo perturbado por el alcohol, pero de todas formas seguía claro.      
Me acerque y vi al tipo tirado, estaba de ropa de trabajo y acomodado con cuidado, eso me sorprendió.
-          El padre salio a bancarlo, cuando el boludito rajó, y cobró. Que cagón el pibe ¿no?
-          Y bue, le pasa por metido, si el pendejito se hace el loco y chupa, que se la banque. Tiro alguien por ahí.
Yo me movía entre las cabezas oscuras y escuchaba en silencio todos los brutales comentarios.
-          Que se mueran todos estos putos sin aguante! Gritó uno desde el anonimato
-          ¡Si!, loco que se la banquen, que vayan a ganar y joder minitas en Bolivia. Borrachos de mierda, si no saben tomar que se jodan. Resopló otro, envalentonado no se por que.
En la otra punta del cuadrilátero, unos cabizbajos “aldeanos” solo miraban con sus ojos oscuros y húmedos. Con los puños cerrados y encogidos.
Varios les gritaron, aullaron al viento, furiosos y fuera de si.

La avenida Rivadavia, seguía su curso de vida normal. Lentamente, como un gigante despertando.
Los colectivos bufaban, un borracho en camiseta, tambaleaba desafiante entre algunos autos y algunos se “parlaban” infructuosamente una “trola vieja”.
En la, esquina amuchados, los ánimos se dispersaban al viento frío.
Eran casi las seis ya, y yo tenía que volver a fichar a la guarida, sino la “Jefa” sé  comenzaría a preocupar, y encima, me pareció escuchar de fondo alguna sirena.
 En eso, y casi como un fantasma, una minúscula mujer salio de entre las penumbras. Desde las sombras más oscuras. Desde las entrañas.
Típica “chola”, larga trenza azabache saliendo desde su sombrero amarillo paja, una larga pollera multicolor y una camisa floreada y multicolor. La cara trabajada y enmuescada por el tiempo y por el dolor sin fin, desde siempre.
 En patas y con dos “pibitos” llenos de mocos siguiéndola.
Se abrió paso como pudo, con cuidado y prolijidad, como pidiendo permiso y perdón y entre llantos se arrodillo frente al difunto y lo beso con un amor sublime.
Le puso unas flores en el lomo maltrecho, y en el silencio más silencioso lo abrazó y se quedo un buen rato abrazándolo, llorándolo.
La muchedumbre solo calló y se marcho de a poco en un silencio avergonzarte. Los guapos se desvanecieron, como la niebla. Los “aldeanos” se acercaron tímidos y sumisos.

Las voces callaron de repente. Desparecieron las gorritas, los flequillos, las minifaldas y las calzas atigradas.
Yo me quede.
 Me quede mirando a la solitaria dama, que inmóvil se mantenía abrazada junto a la silueta, allí desarmada en el suelo.

Me quede un buen rato y al rato me fui como un espectro en fuga.
 La moto rugió esforzada tras una primera puesta a fondo y me perdí cruzando la barrera de la calle Artigas,comoc siempre baja.

Al fin de cuentas, era mi reencuentro con la noche.




q´´ ves cuandonoves?

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